Un proyecto político de izquierda
Mario Roberto Morales.
Creatividad, educación crítica y actualización cultural.
Hay mucho oportunista “de izquierda” progre y políticamente correcto deambulando por ahí. Y en esta categoría caben hombres y mujeres, indígenas, ladinos y criollos. De ellos no surgirá nada porque ya habría surgido: han tenido mucho tiempo y dinero para actuar y no han hecho nada. Un proyecto político (no sólo una postura) de izquierda pasa por luchar por la democratización (o desoligarquización) del capitalismo y no por consignas absurdas como “Socialismo o muerte” (la cual acusa una irresponsabilidad sospechosa) o “Apostarle al futuro” y boberías biempensantes por el estilo. Como todos los proyectos de izquierda, el nuestro debe nacer del pueblo y de sus intelectuales orgánicos, no de las agencias de cooperación ni de sus burócratas progres. Las oportunidades de un proyecto de izquierda son enormes, siempre que la gente que lo impulse sea inteligente y culta, y no panfletaria ni amargada ni resentida. La política es un arte que se ejerce mediante la lucidez, y ésta requiere frialdad cerebral y ardor emocional, combinados en dosis adecuadas según la situación. Lo que les toca hacer a los intelectuales de izquierda es formar cuadros políticos de izquierda crítica que estén a la altura de la coyuntura local y global, a fin de echar a la basura a la clase política tonta, inculta y corrupta que infesta la institucionalidad democrática en un porcentaje demasiado elevado para lo que nos conviene como pueblo.
Para este proyecto hay que pasar por alto a los jóvenes atrapados por el consumismo y no gastar energías en rescatarlos. Pasa con ellos lo que con los árboles torcidos: que ya no se enderezan. Hay que poner el ojo en la niñez y en la juventud reciente. Con ellos hay que trabajar para que aprendan a manejar el código letrado y no sólo el audiovisual, que es aquel cuyo consumo compulsivo produce el intelicidio que se expresa en las adicciones al internet, al chateo, a los videojuegos y a la liviandad relativista “cool” y “posmo” de las redes sociales y la derecha wannabe. Esto se lograría por medio de tomar el control del sistema educativo. En Guatemala, ciertas agencias de cooperación y la derecha neoliberal, así como el esencialismo “maya” han hecho un enorme daño a los contenidos educativos. Pero todo eso es reversible si un partido de pequeños y medianos empresarios y toda suerte de asalariados toma el control del Estado y desde allí replantea el sistema para caminar hacia una educación historicista, crítica (de ejercicio del criterio) y radical (de ir a la raíz causal de los problemas). Los padres de familia preocupados por el intelicidio al que están expuestos sus hijos, deberían leerles libros antes de que aprendan a leer por su cuenta. Así establecerían un vínculo afectivo entre ellos, el objeto libro y el universo sin fin de la imaginación literaria, la cual es básica para desarrollar la creatividad, que es la forma en que un ser humano expresa su libertad. No haciendo clic en una manita prefabricada para no decir sino “me gusta”, renunciado con ello a la opinión fundamentada y al juicio crítico. Quien no tiene imaginación, no es libre.
La derecha ve la cultura como un producto cosmético y de consumo hedonista (es bonito o es feo porque me gusta o no me gusta). La izquierda sí tiene una producción artística y de crítica cultural a la vista del mundo. Este tesoro es el que hay que multiplicar actualizándolo.
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