Ayúdanos a compartir

Un niño grande y Santa

Danilo Santos
dalekos.santos@gmail.com

Desde siempre vi el árbol de Navidad en casa, regalos y figuras de Santa en las tarjetas navideñas (que en aquellos tiempos de mi niñez se mandaban por correo y servían para adornar), me acostumbré a creer que era él quien me daba regalos; incluso llegué a quedarme despierto hasta muy tarde queriendo ver al gordito bonachón al momento de llevarlos, fue entonces cuando un día ya muy tarde, vi a mi madre envolviendo blocks de cemento y trozos de madera con papel navideño, poniéndoles el nombre de ella y el de mi padre, luego encima de todo, puso los presentes de mis hermanos y el mío.

Otra de tantas navidades vi salir a Santa del mar, al fin, dije, hoy le preguntaré por qué a mí sí me trae regalos y a mis padres no. Se acercaba poco a poco con una campanita y un costal, fue mágico ese momento, llegó hasta la orilla donde un tumulto de niños lo esperábamos, bajó del guardacostas con su traje rojo hermoso y su barba blanca maravillosa, sus botas negras altas y el jo, jo, jo que me encantaba escuchar. Luego de hacer una larga fila, cuando me dio un regalo directamente de sus manos, yo estaba loco de contento; me recompuse un poco y estaba a punto de preguntarle lo de los regalos de mis padres cuando noté algo familiar en sus ojos, él se dio cuenta y pidió rápidamente que otro niño pasara por su obsequio; algo pasaba con sus ojos, yo lo conocía, ya no pregunté nada.

Más tarde ese mismo día lo vi descansando, y claro, tomándose una Coca Cola como manda la estampa del anuncio de donde viene el personaje, se encerró en una habitación cercana al lugar donde los niños disfrutábamos con toda clase de juguetes nuevos. Cansado ya de jugar, correr, comer y ser feliz fui al cuarto donde había entrado Santa, que era una tiendita que mis papás administraban, fue allí cuando supe por qué sus ojos me eran familiares. Entré sin la intención de descubrirlo, pero lo encontré ya sin barba, sin la parte superior del traje: los dos nos quedamos mirándonos en silencio, ese momento no lo olvidaré jamás, sonrió y pasó a mi lado mesándome la colochera, “ya estás grande, ahora ya sabés quién es Santa”. Corrí buscando a mi padre para contarle quién era Santa, mi madre se dio cuenta del asunto y también sonrió diciéndome casi lo mismo “ya sos grande, ya sabés quién es Santa”, mi padre se limitó a pedirme que no fuera a contarle a los demás niños mi descubrimiento.

Ha pasado mucho tiempo y ahora le tengo un especial cariño a “Felipe Cobar” el Santa de mi niñez. La última vez que lo vi fue hace tres años, aquel niño colocho que se deslumbró durante muchos años con él y su perfecta personificación, ahora le explicaba el cuadro de salud de su gran amigo, Peck. Sus ojos almendrados se llenaron de lágrimas cuando tuvo clara la situación y cuál sería el desenlace; fue a visitar a mi padre y abrazó profundamente a mi madre. Felices fiestas y un abrazo grande a todos aquellos padres que se parten el alma haciendo felices a sus hijos y a los amigos que saben ser cómplices de esa felicidad más allá de los espejismos.

Ha pasado mucho tiempo y ahora le tengo un especial cariño a “Felipe Cobar” el Santa de mi niñez.

Fuente: [http://lahora.gt/nino-grande-santa/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Danilo Santos Salazar