Tres despachos sobre el papel higiénico
Maciek Wisniewski
Polonia. ¿Las razones de la caída del «socialismo real»? Múltiples. Pero en el imaginario común una en particular: el papel higiénico. Su falta y los esfuerzos necesarios para conseguirlo –desde hacer colas, intercambiar favores, hasta recurrir al mercado negro o trueque– son símbolos de la «economía de escasez». También faltan otras cosas –azúcar o carne–, pero eso ya es visto como la cima del absurdo e ineficiencia. En los años 70 y 80 el rollo de papel de baño, áspero y gris –el único que hay, cuando hay– es un sueño inverosímil y una metáfora perfecta de la realidad «socialista», áspera y gris. Tengo unos cinco o seis años y con los abuelos vamos por él a una zapatería donde en la trastienda, a escondidas, se vende «ese oscuro objeto del deseo». La propaganda oficial no oculta sino explota este tema, tapando así problemas más grandes. El «uso racional de papel, cartón y envoltorios reciclables» es uno de los puntos en el sexto congreso del Partido Obrero Unificado Polaco, PZPR (1971). La principal falla del «socialismo real» –o sea el «capitalismo del Estado»–, la incapacidad de trascender las «relaciones de producción vanguardistas» (la dominación de la burocracia sobre la clase trabajadora) es igualmente mortal, como su incapacidad de transcender el consumismo. Siguiendo los viejos patrones capitalistas, el sistema lo único que promete es «elevar el nivel de consumo» y «alcanzar a Occidente», una carrera en que perecerá. Un economista que analiza la escasez, el húngaro János Kornai, culpa a la falta de «libertad empresarial» y la tensión entre planificadores y gerentes. Su receta: «liberar al gerente», que lo lleva luego a abrazar el neoliberalismo y la «terapia de choque». Muchos empiezan a pensar como él. Se rumora que en el capitalismo libremercadista el papel higiénico es suave, colorido y abundante.
Venezuela. «Si el papel higiénico sepultó al régimen de Jaruzelski, igual sepultará al chavismo». Tal vez alguien hizo una apuesta así, ya que la razón de su escasez (y de algunos otros productos vendidos a precios subsidiados) es la mezcla de ineficiencia del «socialismo del siglo XXI» –o sea el «capitalismo estatal» montado sobre la vieja economía petrolera– y su acaparamiento por la burguesía compradora, en guerra con el gobierno. La propaganda antichavista denuncia los «estantes vacíos», el «capitalismo salvaje de la escasez» ( El País, 12/8/15), o las «colas más largas de la Tierra tras la caída del comunismo» ( El País, 18/8/15), enfatizando «lo absurdo e inédito de la falta del papel o toallas higiénicas», pero apunta sólo a la primera parte de la ecuación. Tiene razón Greg Grandin: el país enfrenta problemas económicos serios (aunque manejables), pero toda esta campaña es sólo para ridiculizar a Maduro ( The Nation, 2/3/15). Finales de 2013. Voy a un súper en Caracas: algunas cosas escasean, otras abundan; en el papel (desgraciadamente) no me fijo. Un amigo dice: “Aquí siempre faltaban cosas, sólo que desde 1999 ya hay una explicación: ‘el socialismo’”. La portada de un periódico de la Cuarta República se parece a El País A.D. 2015: «Psicosis de desabastecimiento. No hay arroz, aceite, harina, sal, papel toilette…» ( El Diario de Caracas, 18/1/89). ¿Y hoy? El problema no es el «socialismo», sino la incapacidad de salir del corsé capitalista. Se redistribuye la renta petrolera e incluye a los pobres, pero principalmente mediante elevación de su nivel de consumo, poniendo así un «huevo de serpiente»… La derecha lo cuida y contrataca en el terreno donde quería triunfar la izquierda. Ibsen Martínez desempolva a Kornai y recuerda la –supuesta– “lección del ‘socialismo real’”: «liberar la iniciativa privada» ( El País, 3/11/15). ¿No que ya anda libre y materializada en el bachaqueo, contrabando interno y transfronterizo que desvía muchos productos escasos a las cocinas y baños de la vecina Colombia?
Chile. Lo de Venezuela tiene sus antecedentes. Allí está el sabotaje económico y desabastecimiento programado por la burguesía chilena –y la CIA– a fin de «hacer gritar a la economía», minar la credibilidad de Allende, incitar la violencia y abrir el camino al golpe (¿suena familiar?). Sigue la «terapia de choque» y la conversión del país en un «laboratorio neoliberal» y «ejemplo» a seguir para otros (como Polonia). El resultado es, sin embargo, una economía desigual basada no en el «libre mercado», sino en la legislación represiva, desde la Constitución hasta leyes antisindicales. El reino de la abundancia les llega apenas a un puñado que se hacen de empresas privatizadas en la dictadura y que «sellan» el mercado formando una oscura red de influencias entre los políticos y los monopolios. La colusión y el arreglo de precios –que, sintomáticamente, no son un delito y se castigan sólo con multas o… «clases de ética» (¡sic!)– se vuelven prácticas comunes, como en el caso de los medicamentos, los pollos o… el papel higiénico, cuyos dos principales fabricantes, que dominan 90 por ciento del mercado, mantienen por más de 10 años un elaborado esquema de aumento y control de precios (BBC, 29/10/15).
Coda. En todos estos casos el papel higiénico, más que un producto «capaz de derrocar gobiernos y agitar países» (aunque algunos quisieran…), se vislumbra como un inesperado papel de tornasol del capitalismo en sus diferentes variaciones.
El caso polaco expone tanto los límites del «socialismo real» –cuya, de hecho, verdadera lección no era «liberar al gerente», sino… ¡al obrero!– como la ingenua creencia de algunos en la magia del «libre mercado».
El caso venezolano evidencia el agotamiento del modelo estatal rentista y la incapacidad del «socialismo del siglo XXI» –que, de hecho, en vez de fortalecer la cultura del consumo, debería fortalecer más su antídoto: las comunas…– de alterar la vieja estructura económica del país.
El caso chileno –que más que un «accidente» es una regla– revela la verdad incómoda. Ya lo dijo Fernand Braudel: al contrario de lo que quieren sus apologetas, el capitalismo no es el «libre mercado», sino una suerte de «antimercado» donde los precios no son el fruto de la dinámica oferta/demanda, sino del poder y dictado de los monopolios ( Civilization and capitalism, 15th-18th century, vol. II, 1982).
Fuente original: La Jornada
- Tres despachos arendtianos. Maciek Wisniewski. - 20 febrero, 2017
- Zygmunt Bauman, un transeúnte irlandés. Maciek Wisniewsky. - 14 enero, 2017
- Tres despachos sobre Zygmunt Bauman. Maciek Wisniewski. - 14 enero, 2017
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