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La Editorial Universitaria presentó “Treinta años de mi vida” de Enrique Gómez Carrillo el pasado 26 de Julio.

Al cumplir 40 años, Gómez Carrillo empieza a contar su vida, desde sus años mozos en Guatemala, hasta su paso por París y sus inicios literarios en plena bohemia, y los años de madurez en Madrid.

Este libro, que fue publicado originalmente en tres tomos, había sido publicado en Guatemala hace medio siglo, pero hoy día es prácticamente imposible conseguirlo. Una aproximación se tuvo con la publicación, hace algunos años, del primer tomo, pero en conjunto no se había logrado su publicación reciente, pese a que algunas editoriales han mostrado interés.

Es un libro fundamental para conocer una etapa de la vida literaria de Gómez Carrillo; tras sus viajes a lugares exóticos (Rusia, Grecia, Japón, Egipto, Jerusalén, etc.) y sus crónicas, “Treinta años de mi vida”  muestra otra tendencia que se acerca al diario íntimo.

CONTRAPORTADA

Nuestro apreciado Mayol me dijo cierta tarde, con su gracia gaditana, refiriéndose a los primeros capítulos de este libro: —Va bien esa novelita, Enrique…

Yo estuve a punto de indignarme… ¿Novela la historia leal y cabal de mi existencia…? ¡Oh, herejía…! Mas pronto me di cuenta de que, al hablarme así, el ingenioso hidalgo andaluz tributábame, sin quererlo, el mejor de los homenajes. ¿Qué es una existencia sino una novela vivida…? Y la que no es eso, casi no vale la pena de ser escrita.

La mía, mi vida, mi pobre vida, mi pobre vida errante y ardiente, o mucho me equivoco, o resulta no sólo una novela, sino hasta una novela ejemplar.

—Miraos en este espejo— puedo decir niños que se preparan a luchar —y si sois metódicamente ambiciosos, si tenéis una línea ideal de conducta trazada de antemano para llegar a la meta de vuestros deseos, evitad los escollos que torcieron mi senda convirtiéndola en un laberinto sin salida.

Y a los que, más locos y más cuerdos, llevan en el alma el germen de la independencia espiritual, tengo derecho a murmurarles al oído, tratando de que sus padres no me escuchen:

—Ved cuán vano resulta, en este mundo inexplicable, lo que vuestros profesores llaman previsión, constancia y prudencia.

Todo, en mis andanzas ha sido imprevisto e inesperado. Nada ha sido obra del cálculo. Lo que pensé hacer, casi nunca lo hice, y en cambio he hecho mucho que ni siquiera imaginé. Dejándome conducir por el azar, he ido adonde me ha llevado, sin protestar contra sus caprichos. Los que me conocen y dan importancia a la fortuna y a los honores oficiales, aseguran que así he derrochado un caudal de porvenires brillantes y ricos… Tal vez estén en lo cierto. Pero ¿debo lamentarlo? ¿Valdría siquiera la pena de cambiar lo que he poseído y lo que poseo, por lo que, con disciplina y gravedad, hubiera podido tener…? Tan no lo pienso, que si fuera necesario volver a nacer, sólo le pediría al destino que me concediera la gracia de dejarme revivir mi vida. He amado, he soñado, he creído, he esperado, he sido libre, me he embriagado en todas las copas de la pasión, he orado en todos los santuarios del mundo, y si he padecido, también he gozado. Por eso, cuando medito en mi suerte le doy gracias al cielo, que me la deparó tal cual es…

SEMBLANZA

Enrique Gómez Carrillo (1873-1927). Escritor, periodista, poeta guatemalteco y cosmopolita. Conocido también como El Príncipe de los Cronistas, su obra más célebre es Treinta años de mi vida.

Ligado a las letras en su vida, creció en un ambiente conservador, que contrastaba con su personalidad rebelde y ansiosa de aventuras.

Su primera incursión en las letras ocurre al incorporarse a la redacción del diario El Correo de la Tarde, fundado por Rubén Darío en Guatemala, y más adelante llegaría a dirigir publicaciones europeas.

Becado para estudiar en España, pero atraído por lo que significa París a finales del siglo XIX, Gómez Carrillo decide trasladarse a la capital francesa. Desde Europa, desarrolla una intensa actividad periodística y literaria, y luego parte en viajes a innumerables países que en ese entonces eran de acceso más difícil que hoy. Entre los variados reconocimientos que le hicieron por su vida y su obra, sobresale el que Francia lo haya condecorado como Caballero de la Legión de Honor.