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Tragedia griega

Gerardo Guinea Diez

Grecia, un país con alrededor de 13 millones de habitantes y referente en todo sentido para la cultura occidental, enfrenta un drama de proporciones inimaginables. Como quien no quiere la cosa, su deuda pública es del orden de 317 mil millones de euros, lo que equivale a 180% del PIB.

El mundo es un disparate. Hacia donde se vea, prevalecen el conflicto, la degradación y la fragilidad de un presente con espíritu de calamidad.

No se necesita ser un experto para saber que esa cifra resulta insólita para cualquier ciudadano. Para establecer un parangón, la deuda de Guatemala alcanza los $15 mil 921 millones. En otras palabras, la asimetría se antoja brutal. Tan solo entre 2010 y 2014, los fondos de rescate ascendieron a €254.4 mil millones.

De esa cifra, la mayoría de fondos se destinarón a cubrir vencimientos de la deuda, reducir el monto del endeudamiento, recapitalizar a los bancos comerciales y para la operación de gobierno.

AmartyaSen, premio nobel de Economía 1998, sostiene que las negociaciones entre Unión Europea (UE) y el Gobierno griego resultan una “imposición de reparaciones excesivas y otras exigencias irrazonables, envueltas en un lenguaje que apenas disfrazaba el deseo de dictar una lección de buena conducta”.

Hay un dato que no hay que perder de vista, el primer ministro Alexis Tsipras no es el responsable de la crisis actual. Él y su partido, Syriza, cuando asumieron el gobierno, encontraron el caos servido en la mesa. De tal manera, no se trata de la maniquea idea de buenos y malos.

Es más, de acuerdo con Joseph E. Stiglitz, premio nobel de Economía 2001, en2009 “estalló un escándalo mayúsculo al trascender que la deuda y el déficit público griegos eran mucho mayores” de lo que las instituciones financieras aceptaban.

El mismo Stiglitz señala que bajo la conducción de Goldman Sachs (GS), el gobierno del partido Nueva Democracia recibió asesoría de Mario Draghi, actual funcionario del Banco Central Europeo (BCE), para ayudar a Kostas Karamanlis sobre cómo ocultar la verdadera magnitud del déficit griego. Aún así, procedieron a los rescates un año después. Y Stiglitz se pregunta sobre Draghi: “¿No conocía el señor este colosal manejo fraudulento en un asunto tan estratégico de su área de competencia?”

CAÍDA LIBRE

Desde 2010, fecha del primer rescate, la deuda pública griega, lejos de reducirse se desbocó. Impusieron drásticos recortes al gasto público, los mayores en un país europeo en 70 años. El producto interno bruto (PIB) cayó 25%, el desempleo es el más elevado de Europa y el desempleo juvenil es turbador: 60%.

Allí están los datos duros y sus secuelas que parecen una novela de terror. En ese sentido, Paul Krugman, premio nobel de Economía 2008, sostiene que “la economía griega se ha desplomado, en gran parte, como consecuencia directa de estas importantes medidas de austeridad, que han hundido la recaudación”. Y advierte el premio nobel que “la austeridad cada vez más dura es un callejón sin salida: tras cinco años, Grecia está en peor situación que nunca”.

El primer ministro Tsipras convocó a un referéndum para el próximo domingo. Sea cual fuere el resultado; es decir, si gana el no o el sí, la situación griega es insostenible. No se ve por dónde pueda pagar esa despiadada deuda. Muchos analistas abogan porque este país continúe en la zona del euro, mientras que otros, entre los que destacan Krugman, Sen y Stiglitz, son críticos con las condiciones de ajuste que pretenden los acreedores.

En otro sentido, el economista francés Thomas Piketty, autor de El capital en el siglo XXI, advierte sobre los riesgos de expulsar a Grecia del eurogrupo, sería como “abrir la caja de Pandora”. Contrario a las opiniones de tres premios nobel de Economía, respalda la reestructuración de la deuda helena. Y agrega que esa decisión sería “un error dramático, histórico porque… nadie sabe lo que pasaría después. Estamos muy cerca de
una gran catástrofe”.

Sin duda, la retórica de Tsipras y Varoufakis choca con los dogmas de la disciplina fiscal y la estabilidad de los mercados, mientras millones de ciudadanos viven en el filo de la agonía y la incertidumbre del mañana.

No contarán con Sócrates, Aristóteles, Parménides, Demócrito, menos, con los dioses del Olimpo para aliviar la soledad y el hambre que vino a quedarse.

Quizá cuenten con la voz de MikisTheodorakis o Nana Mouskouri. Más de algún desamparado recitará en esta larga noche helena un poema de Kavafis: “Dijiste: Iré a otra ciudad, iré a otro mar. /Otra ciudad ha de hallarse mejor que esta. /Todo esfuerzo mío es una condena escrita; /y está mi corazón —como un cadáver— sepultado.

Gerardo Guinea Diez
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