Terremotos y política
Carlos Figueroa Ibarra
El pasado 19 de septiembre se cumplieron 31 años del terremoto que devastó a la ciudad de México en 1985 y dejó más de 20 mil muertos. El sismo afectó a otras zonas del país, pero sus efectos se sintieron en particular en la capital mexicana. Tengo recuerdos vividos de los sismos que he vivido. Era un niño cuando tuve la terrorífica experiencia del terremoto del 28 de julio de 1957 en la ciudad de México. Aquel que es recordado como “cuando se cayó el Ángel”, aludiendo al derrumbe de la victoria alada del monumento a la independencia de México. Unas 29 horas antes del sismo, el viernes 26 de julio, había sido asesinado por un sector de sus propios partidarios, la cabeza del golpe contrarrevolucionario en Guatemala, Carlos Castillo Armas. En las vísperas de aquel terremoto, la noche del sábado 27 de julio, en diversas casas en la ciudad de México, los exiliados arbencistas se reunieron para celebrar el acontecimiento. El jolgorio terminó en el mayúsculo susto provocado por un sismo que mató a aproximadamente 700 personas.
Habría de experimentar otras zozobras provocadas por los temblores de tierra. En noviembre de 1958, ya con mi familia de regreso en Guatemala, viví los constantes sismos que llevaron a muchos habitantes de la capital del país a improvisar champas en los terrenos baldíos de la ciudad. En 1976, sufrí el horror del terremoto del 4 de febrero que mató a unas 25 mil personas. Siendo muy joven, recuerdo haber leído un artículo del periodista Clemente Marroquín Rojas que relacionaba a los terremotos con acontecimientos políticos. No podía sino hacerlo. Don Clemente había vivido el terremoto de 1917 y lo consideraba el preámbulo de la gran insurrección de 1920 en la cual él mismo participó. La misma que acabó derribando al dictador Manuel Estrada Cabrera. El terremoto del 23 de diciembre de 1972 en Nicaragua, sirvió para evidenciar la corrupción extrema de la camarilla somocista y fue un antecedente ineludible en la situación revolucionaria que terminó derrocándola en julio de 1979. El terremoto de 1976 en Guatemala, también evidenció las injusticias sociales en el país y fue un hecho catalizador de la creciente protesta social que culminaría con el estallido guerrillero de fines de la década.
El sismo de México en 1985 es recordado como una gran tragedia pero también como un hecho épico porque ante un Estado pasmado por la magnitud del acontecimiento, la sociedad civil, la gente común y corriente, se organizó de manera autónoma para hacerle frente a las consecuencias del desastre: rescataron a los sobrevivientes atrapados entre los escombros, organizaron los primeros auxilios, establecieron centros de acopio de medicinas, agua y alimentos. En una sociedad marcada por el autoritarismo del PRI, los ciudadanos de a pie desbordaron al Estado y no pocos recuerdan el hecho como el antecedente de una irrupción social que no ha cesado de crecer. Tres años después se observaría la insurgencia electoral que terminó en el fraude a Cuauhtémoc Cárdenas.
Cuando la tierra tiembla, acaso la injusticia también.
Siendo muy joven, recuerdo haber leído un artículo del periodista Clemente Marroquín Rojas que relacionaba a los terremotos con acontecimientos políticos.
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