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¿Terapia de amor o chancletazo?

lucha libre

Lucía Escobar
@liberalucha

Q se puede escribir en estos días donde es más fácil enviar un misil a matar a niños sirios que mandar una carta a Guatemala. Nos asustan con supuestas armas químicas, excusas para justificar las  eternas guerras de los hombres que sienten que disparar y matar es su derecho supremo de raza avanzada. No puedo ver y no quiero más imagenes de niños huyendo de sus hogares, migrando, exiliados, aterrorizados, creciendo con miedo en su corazón e incertidumbre. Es Siria pero también fue el pueblo ixil hace muy poco, aquí cerca. ¿Cuánto tiempo hemos logrado vivir en paz? Hay conflictos armados en todos los continentes ¿ha existido alguna vez una humanidad sin guerra? Intento entender las explicaciones de los desconocidos y de hasta los amigos que justifican las masacres, la violencia, la injusticia y las intervenciones violentas. Es la única solución, hay que extirpar el mal de raíz, dicen. Lo mismo se refieren al cáncer de la abuela que al carterista de la Terminal.

No me gusta vivir en un mundo así.

Pero, de pronto siento que talvez tienen razón, pidiendo por favor no se llegó a la Luna, no se conquistaron continentes, no se sometieron dictadores. Mis convicciones tambalean después de media hora rogándole a mi hijo que se lave los dientes. Me ignora. Ha desarrollado el chip de la sordera ante mi melodiosa voz. Pego un grito, somato un mueble y el niño sin necesidad de un por favor, salta y obedece inmediatamente. El otro día, el hermano grande, también abogaba por un ambiente más estricto y disciplinado en casa. Me instruía en que debía ser mas firme en dar órdenes, si parece que me estás pidiendo favor de lavar los trastos prefiero no hacerlo, pero si no tengo otra alternativa, lo hago.

Ahí es donde me doy cuenta que soy otra generación, puede ser que demasiado jipi, pero yo sí aprecio que me hablen con cariño, que no me traten mal, ni maltraten. Es que me creí aquello de: Ni Dios, ni marido, ni patrón. Sola yo con mi libre albedrío.

Una de las cosas que mi papá nos quiso enseñar tarde en la vida es la supuesta efectividad de lo que él llamaba terapia de amor; más abrazos y menos regaños. Una filosofía que en realidad ya solo llevó a la práctica con los nietos. ¿Qué necesita la humanidad? ¿Más amor o más violencia?

Abogo por relaciones más horizontales y menos verticales, por eliminar las prohibiciones y más bien ir enseñando a asumir con responsabilidad las libertades.

Quizá por eso, en lugar de alegrarme cien por ciento por las peticiones para prohibir el plástico y el duroport, en el fondo me molestan. Estoy de acuerdo en el intento por reducir al máximo ese tipo de productos desechables que contaminan tanto que se han convertido en un verdadero problema de salud mundial, pero me molesta que sea la prohibición la vida adecuada. ¿Por qué tengo que esperar a que me impidan legalmente tomar atol en duroport o usar bolsa plástica para dejar de hacerlo? ¿Por qué necesito que Papá Estado me diga cómo comportarme? ¿No es suficiente con desarrollar una consciencia propia?

Seguimos menospreciando grandes conquistas de la humanidad, como también son la libertad de expresión y el libre albedrío. La sumisión y la conformidad se muestran como virtudes en nombre del orden, la disciplina y la obediencia.

Pero la rebeldía siempre será necesaria. Y no solo necesaria: urgente. Es imperioso no estar conformes con el mundo que nos tocó vivir. Es imprescindible que intentemos cambiarlo. Nunca debemos resignarnos a la guerra, la estupidez y la violencia como métodos para resolver conflictos. Por algo somos “humanos”.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/lacolumna/2018/04/18/terapia-de-amor-o-chancletazo/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Lucía Escobar
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