La sentencia ya pasó, de Jorge Guerra

El miécoles santo el molino se abría hasta las 11 de la noche. Era un día extraño porque me dejaban fuera de la cama hasta que me aburría de oír el ruido del molino y las historias de las señoras que venían a moler su maíz para los tamalitos de manteca porque esos días santos no se torteaba.