Dubito, ergo sum
¿Dónde nace la pregunta? ¿Es parte de la naturaleza del ser? Todo indica que los seres humanos nacieron de una interrogación para la que todavía no hay respuesta y que esa condición de seres expectantes les vuelve menos tediosa la existencia al estar al acecho de búsquedas, de respuestas, así sean pasajeras, relativas. En esta actividad intelectual para la que no hay método sino laberintos, se va de lo simple a lo complejo, pero no a la inversa, sin más fin que crear. Al preguntar y responder se tiene la certeza de que las dudas se multiplicarán, lo que se vuelve casi un juego de espejos o de quitar las capas de una cebolla, para llegar al fin a la nada. El hombre y su duda ontológica son inmemoriales; también las respuestas.
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