Llorando por Emilia, de Carlos Figueroa Ibarra

Estaba en la flor de la vida porque apenas sobrepasaba los treinta años. Tenía una sonrisa hermosa, un lunar en la mejilla y un rostro de princesa hindú. Lo más importante, tenía la cabeza llena de sueños y buscaba usar lo que había aprendido para conocer, interpretar y ayudar a transformar este país tan lleno de miserias e injusticias. Era socióloga y se llamaba Emilia Quan Staackman.