Etiqueta: cuento guatemalteco

El insomnio perro, de Mauricio E López Castellanos

Casi dormir, casi cerrar los párpados hasta que todo sea indefinido y oscuro y no recuerde, casi olvidar lo que sucede por mis sentidos y me provoca no tener recuerdos. ¿Ahora realmente qué puedo esperar? ¿Cómo iba yo a saberlo, díganme ustedes, cómo podría saberlo? ¡Yo no soy adivino maldita sea!

Sesiones para alcanzar la eternidad, de Mauricio E. López Castellanos

Las máquinas de escribir se convertían en estatuas de sal después de que los últimos estudiantes del curso de mecanografía las abandonaban con la satisfacción de que casi estaban por terminar el curso, que en ciertos momentos les pareció casi interminable, cuando la presión de la velocidad versus tiempo se volvía algo de vida o muerte para no pasarse otro año metido en este absorbente salón donde el sonido se hacia ciclos incontables por los sentidos más despiertos después de la acelerada rutina de volverse sobre las cuartillas en blanco,

La próxima semana, de Mauricio Estanislao López Castellanos

Cada semana trascendía esa alegría, esa casi interminable alegría de los aplausos, entregándose en aquel sitio que a veces me parecía lejano [cuando la algarabía era para mí algo que debería tener su hogar en el pasado], en el lejano pasado. Imagínate, como los muertos, o algo así.

Cartas Perfumadas, de Oxwell Lbu

Caía la tarde y la noche empezaba a desplegar su manto tapizado de estrellas, la luna como una doncella mirando atreves de las cortinas de una ventana asomaba su rostro al firmamento y aquel muchacho llevaba el corazón contento, en el pecho una tarjeta para la niña de sus sueños, aun que a veces para sorprenderla las ponía en el correo aun que sabía que de aquella forma ,se perdía el ver sus ojos humedecidos y esa sonrisa que iluminaba su rostro, mas recibía a cambio un beso travieso y un abrazo en el que sentía los latidos de su corazón.

Mi padre espiritual, de Mario René Matute

Diciembre por las calles alegres, en el parque Central el hipnótico retozo de juegos fatuos. Me encanta atisbar a la multitud desde la incomparable y potente elevación que me ofrecen los hombros de mi padre.

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