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Sinibaldi personifica la voracidad de la élite nacional

Los cargos van desde financiamiento electoral ilícito, lavado de activos, hasta obstrucción de la justicia.

María Aguilar

El viernes pasado, la CICIG reveló otra red criminal en la que el principal actor es el exministro de Comunicaciones, Alejandro Sinibaldi Aparicio. De las pruebas recabadas, se calcula que en sobornos a través del Ministerio de Comunicaciones recibió Un mil 800 millones de quetzales. En esta estructura de corrupción están involucradas decenas de personas incluyendo al ex-Embajador Julio Ligorría y monopolios telefónicos como Tigo y Telgua. Los cargos van desde financiamiento electoral ilícito, lavado de activos, hasta obstrucción de la justicia.

Con este otro caso se demuestra que Guatemala está atrapada en un círculo de corrupción, que desnuda la insaciable ambición de la clase política y de las familias de la pequeña élite económica. Sinibaldi proviene de una familia acaudalada pero no le bastó y construyó una red para desfalcar a Guatemala, un país sumido en la pobreza dada la inequidad que la misma élite ha construido.

Sinibaldi personifica la voracidad de la oligarquía, para quien el Estado no está al servicio de las poblaciones sino que es un medio para incrementar o acaparar bienes y activos o aumentar poder y fortuna.

Queda preguntarse ante la impunidad con que actuó Sinibaldi, el saqueo, la corrupción y obstrucción a la justicia que promovió ¿Cómo y bajo qué argumento se puede aún legitimar las instituciones estatales? ¿Cómo el CACIF demanda el respeto al Estado de Derecho si son ellos criminales de cuello blanco? ¿Para los campesinos demandan la cárcel para ellos garantías constitucionales? ¿Cómo defender la farsa de Democracia que cada cuatro años es “legitimada” por elecciones y campañas financiadas ilícitamente para garantizar intereses personales y empresariales?

Cada nueva revelación de la CICIG, bajo el mando de Iván Velásquez, debe ser insumo para cuestionar el estado del país, a la oligarquía criminal, al sistema político y a gobernantes actuales o pasados. Cada nueva red operando desde el Estado hace urgente la necesidad de enfrentar a sectores de la sociedad civil, políticos, estudiantes, sindicatos y diplomáticos que hablan de reformar el Estado. Queda claro que nos encontramos en un punto donde hablar de refundación del Estado, con la participación de la élite económica actual sería un fracaso, un suicidio nacional.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

María Aguilar Velásquez
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