Sincero elogio de la mediocridad
O del mediocre como ganador de la única carrera que importa en la vida.
Mario Roberto Morales
El Diccionario de la Lengua Española define mediocre como “De calidad media. De poco mérito, tirando a malo”. En este caso daría lo mismo decir “tirando a bueno”, pues de todos modos la calidad de lo mediocre es media. Punto. Pero pocos individuos son absolutamente mediocres. Algunos lo son en sus obras, mas no en su vida privada. A otros les ocurre al revés. Los que lo son por los cuatro costados son los farsantes. Esos que actúan su vida íntima y encumbran sus obras por medio del autobombo personal u orquestado mediante amigos en la institucionalidad que unge a los “grandes hombres y mujeres” ante élites que, por mediocres, no comprenden la naturaleza exacta de tal “grandeza”.
Si no somos farsantes, lo que puede vacunarnos contra la mediocridad es el pensamiento crítico y la creatividad artística, pues ambos nos distancian del seguidismo masificador y nos permiten contradecirlo y proponer visiones alternativas a las de la masa ignara. Pero si somos farsantes, estamos vacunados contra la inteligencia y jamás arribaremos al pensamiento crítico ni a la creatividad artística, los dos pilares de la libertad humana. Por el contrario, oscilaremos entre el optimismo y el pesimismo inducidos por la religión, la política, las ideologías y los medios masivos.
Quizá pensando en esto, Jean Giraudoux dijo que “Sólo una persona mediocre está siempre en su mejor momento”, como aquellos “optimistas” para quienes todo en el mundo va bien (y no me refiero a los místicos ni a los esotéricos, sino a los biempensantes). Aunque también suele ocurrir lo contrario, como es el caso de los “pesimistas” para quienes nada es lo suficientemente bueno nunca. De seguro en estos pensaba La Rochefoucauld cuando dijo que “Los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance”. Es el caso de los pedantes que encuentran en “la crítica” el espacio desde el que destruyen todo lo que son incapaces de construir.
Triste asunto este de la mediocridad. Pero quizá el caso más doloroso de este modo de existir sea el de los genios fallidos de la creatividad y la criticidad: aquellos disciplinados “creadores” y “críticos” que trabajan mucho pero que no despegan porque son incapaces de ser sinceros consigo mismos y, en lugar de enfrentar su mediocridad, se elevan por encima de ella en vuelos imaginarios hacia las alturas del genio, sin comprender que sólo se acerca a la genialidad quien ha logrado no mentirse a sí mismo. Quien ha dejado de ser farsante.
Borges aseguró que “Todos caminamos hacia el anonimato, solo que los mediocres llegan un poco antes”. Esto los convierte en los grandes triunfadores de la gran carrera hacia la muerte. ¡Bienaventurados, porque han llegado primero a la única meta que importa en la vida! ¡Son los grandes victoriosos de este mundo gracias a su portentosa capacidad de anonimato!
¿Quiere usted saber si se cuenta entre estos triunfadores? Verifique si le encajan estas palabras de Jean-Baptiste Say: “Una de las mayores pruebas de mediocridad es no poder reconocer la superioridad de otros”. O estas de Delacroix: “Las personas mediocres tienen una respuesta para todo y no se sorprenden de nada”. Y sobre todo, estas de Stendhal: “No existe nada que odien más los mediocres que la superioridad del talento: ésta es la verdadera fuente de su odio”.
Jamás olvide que todos llegaremos tarde o temprano al anonimato. Pero que usted, invicto mediocre, ¡ha llegado antes!
Fuente: [www.mariorobertomorales.info]
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