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Sigue el reinado del monarca de la impunidad

Ricardo Barrientos

Por ahora debemos tener sentido de proceso y entender que derrotar a un rey de la impunidad no es rápido ni fácil. Si Arzú no cayó hoy, caerá mañana.

El viernes, los magistrados Beyla Estrada de Brito (a la sazón esposa del secretario de Comunicación Social del presidente Jimmy Morales) y Jaime González, siguiendo la línea trazada por la jueza pesquisidora Judith Secaida, resolvieron que la monarquía de Álvaro Arzú Irigoyen, hoy indiscutible rey de la impunidad en Guatemala, continúe por un tiempo más. Los togados hicieron gala de la putrefacta tradición guatemalteca de rendirle vasallaje y pleitesía al monarca de la corrupción y la trampa y se abanderaron como dadores de impunidad para mantener vigente y vivo el Ancien Régime.

Sin optimismo banal o excesivo, me parece que esta será una victoria más bien pírrica para el monarca de los corruptos. Indicadores inequívocos de decadencia, una posición que luce defensiva y hasta desesperada, deben ser notados y analizados con atención y cuidado. El hecho de que la jueza Sonia de la Paz Santizo Corletto haya actuado con valentía al razonar su voto en la dirección contraria a la de Estrada de Brito y de González ilustra que es un hecho que, aunque Arzú aún posee una cuota de poder importante, está debilitado, lejos del poder prácticamente hegemónico de años atrás.

El sábado, al día siguiente de la controversial resolución de la Sala Tercera de Apelaciones del Ramo Penal, en vez de guardar silencio o demostrar tranquilidad o algún resquicio de madurez política, Arzú volvió a demostrar cuán nervioso y temeroso está. Hizo otra de sus características descargas en contra de la comunidad internacional acreditada en Guatemala, de la prensa, de las organizaciones de la sociedad civil y del empresariado. Cual señor feudal o monarca absolutista en decadencia, suena a verdadera desesperación que vea como enemigo a todo aquel que emita una crítica y no se comporte como un vasallo, sea del sector que sea.

Es interesante el nivel de sorpresa e incomodidad que a Arzú le debe de generar el darse cuenta de su decadencia y de que hoy las cosas no son como hace 20 años. Otrora intocable, no importaba cuán escandalosa, lúgubre o sanguinaria fuera la fechoría en la que se veía involucrado: siempre quedaba limpio, impune. No importó que se tratara del pobre lechero Pedro Haroldo Sas Rompich muerto a balazos disparados por José Obdulio Villanueva, sargento del Estado Mayor Presidencial y quien a su vez murió de manera horrenda durante un motín en el Centro Preventivo de la zona 18, en el que los reos lo decapitaron y luego jugaron con su cabeza como si de un balón se tratara. O si se trataba del obispo Juan José Gerardi Conedera, por cuyo asesinato el mismo Villanueva y Byron Lima Oliva fueron condenados.

Lejos va quedando la época en que Arzú gozaba de la incondicionalidad de gente como Villanueva o Lima Oliva. Su credibilidad se le ha esfumado casi toda: quienes simpatizan con él o lo defienden no lo hacen porque crean que es alguien honesto, sino porque siguen creyendo en aquello de: «Que robe un poco, pero que haga obra».

Hoy un voto logró mantenerlo en la impunidad, pero estuvo muy cerca de perder el privilegio de la inmunidad que le confiere el cargo de alcalde. La justicia lo acecha y cada vez está más cerca. Y es que, tal como lo recordó la fiscal general Thelma Aldana, las fechorías de Arzú son muchísimas y, si en este caso no se logró, quizá se logre a la próxima, por su responsabilidad en los desfalcos en los fideicomisos de la Municipalidad, o por otro de tantos casos más.

Fuente: [https://www.plazapublica.com.gt/content/sigue-el-reinado-del-monarca-de-la-impunidad]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

José Ricardo Barrientos Quezada
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