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Seamus Heaney

Gerardo Guinea Diez

La poeta Pura López Colomé afirma que “mientras más despierta está la conciencia, más obvias y claras resultan las epifanías” y ello se confirma con la edición de Seamus Heaney, obra reunida, hermoso e inigualable libro publicado bajo el sello de Trilce, con patrocinio del Conaculta y la Universidad Autónoma de Nuevo León, México. En sus páginas se reúnen seis libros del poeta irlandés. López Colomé es una reconocida poeta, que ha vertido al español la obra de William Carlos Williams, Philip Larkin, Robert Hass, entre otros. Además, su poesía se ha traducido en Estados Unidos, Irlanda, Francia, Inglaterra, Holanda y Austria. En 2007 ganó el Premio Xavier Villaurrutia. Y es que tener en las manos este libro es en sí una epifanía, un milagro de la palabra.

Gerardo Guinea

Heaney, logró a lo largo de su vida varios reconocimientos, entre ellos, el Premio Truman Capote, el T.S. Eliot y en 1995, el Premio Nobel de Literatura. Lo destacado es que el poemario es el resultado de varias décadas de relación y complicidad entre López Colomé y Heaney, de quien Paul Muldoon dijo que “nunca fue un hombre que se tomara demasiado en serio”. No por algo, sus primeros poemas fueron firmados bajo el seudónimo de Incertus. Profesor en Berkeley, Harvard y Oxford, su producción abarcó la poesía, el ensayo y el teatro. Asimismo, tuvo el tiempo y la paciencia para traducir. Nació un 13 de abril, el mismo día que lo hizo otro grande, Samuel Beckett.

Heaney recuerda que “las experiencias de la niñez han sido clave. La cantidad de materia sensorial almacenada en el sistema cerebral y corporal es inestimable. Una especie de cultivo celular al fondo de un frasco, que no crece a menos que uno encuentre cómo alcanzarlo y tocarlo. Lograrlo equivale a meter la mano al nido y percatarse de que algo comienza a romper el cascarón dentro de la cabeza”. Admirador de otro gran poeta y Premio Nobel, Yeats, su influencia lo abraza pero no lo ata y lo entendió a cabalidad cuando decía: “Como escritor, no quiero salir nunca de mi profundidad fonética original”.

Como señala López Colomé, Heaney, al lado de Czeslaew Milosz “reforzó su fe en la poesía como profecía que origina sus visiones en la infancia; su convicción en el don que representa, su pertenencia al ámbito de lo sagrado”. Lo extraordinario es cómo la traductora resolvió y se enfrentó al dilema de la música del irlandés y la propia. Sin duda, un trabajo a cuatro manos; la poeta recrea una frase que descansa en su escritorio: “Es inevitable introducir la propia voz al traducir”. Heaney lo advirtió en su discurso de recepción del Nobel: “La forma poética es tanto el barco como el ancla… el poder de persuadir a esa parte vulnerable de nuestra conciencia de su bondad, a pesar de la evidencia de maldad a todo su alrededor; el poder de recordarnos que somos cazadores y recolectores de valores, que nuestras soledades y congojas son dignas de certidumbre”. O dicho de otro modo, desde su poesía: “Dos caras tiene la moneda, sí, sí, es verdad./ Pero de vez en cuando, todo ha de reducirse /A un simple sopesar las cosas, sin necesidad /De autoexculparse o conmiserarse sin decoro.”

Gerardo Guinea Diez
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