los versos bailaban frenética danza
frente a mis ojos dormidos;
metáforas, símiles,
imágenes miles
sobre la cama se instalaron corriendo.
Tu boca, tus brazos, tus ojos, tu cuerpo
se unían, con otros, en ese convite;
impulsos eléctricos me atravesaban
haciendo que el sueño me fuera imposible.
Escuché a lo lejos los alegres trinos
en la copa del árbol frente a mi ventana
y no pude evitar el placer de entregarme
al disfrute del sol mañanero que entra por ella,
cálido, dorado y con caricias vivificantes.
No puedo dejar de darle las gracias
Al Ser Supremo que nos dio la vida
porque al darla, con ella se vienen
las penas, tristezas y ¡las alegrías!
¿Cómo es que agradezco por esas tristezas?
Es la soledad la que me hace gozar de tu compañía;
es la sed, la que me hace disfrutar la bebida.
¿Es posible acaso agradecer las penas?
Es la tristeza, la que me hace apreciar
lo que es compartir tu alegría.
Es el claroscuro en el cuadro que constituye la vida
lo que muchas veces hace la diferencia
entre una mala pintura u otra, cualquiera
y lo que implica una obra de arte.
Podría aún escribir muchas cosas
que a mi mente vienen
mientras se asoma la aurora,
pero, es imposible escribirlo todo en un solo poema;
necesito tiempo; hoy amanecí saturada de ellos.
- Y cómo no…, de Georgina Palacios - 4 abril, 2013
- Nostalgia, de Georgina Palacios - 3 abril, 2013
- La margarita, de Georgina Palacios - 3 abril, 2013
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