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Sacando las uñas

Como pocas veces ha sucedido en Guatemala, las derechas, sin mayores conflictos ni discrepancias y sin mucho barullo, se unieron y así, calladita la boca, gobiernan a través de Jimmy Morales Cabrera y compañía.

Virgilio Álvarez Aragón

El que dice reflejar a Juan José Arévalo ha bailado sobre todos y poquito a poco ha conseguido que la historia se detenga, que lo que una vez fue una supuesta revolución ahora sea simple recuerdo de alegres encuentros en los que, con la autorización de los dueños del país, se pedía la renuncia del corrupto Pérez Molina.

Morales ha acaparado aquí y allá grupos de supuestos radicales opositores y les ha otorgado hasta ministerios y direcciones gubernamentales. Exministros perezmolinistas y columnistas hacen cola para entrar en su gabinete, todos unidos hace apenas algunos meses en su grito destemplado de «no tengo presidente».

El profesional del chiste y el teatro de revista ha sabido interpretar el guion que los grupos más conservadores y autoritarios del Ejército le han redactado, por lo que, si bien en un momento hizo como que se enojaba porque su partido se hinchaba de lo más impresentable del Congreso de la República, ahora los reúne en secreto conciliábulo para sacramentar la detención de cualquier avance político en ese poder del Estado. En su planilla, jefeada por el oscuro, aunque varias veces electo Oliverio García Rodas, figura nada más y nada menos que José Armando Ubico, quien en Estados Unidos fue condenado por tráfico de estupefacientes. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) curiosamente se hizo de la vista gorda con su candidatura, cuando por semejante razón —haber sido juzgado y condenado en Estados Unidos— le prohibió a Alfonso Portillo participar en la contienda.

El presidente ha salido al ataque no para impulsar de manera activa y efectiva la serie de reformas que supuestamente los placeros del año pasado demandaban, sino para detener cualquier cambio y estimular la conformación de una Junta Directiva del Congreso que, de ser elegida, resultará aún peor que la jefeada por el ahora fugitivo Luis Rabbé. El candidato a primer vicepresidente es nada más y nada menos que Javier Hernández, por lo cual no es descabellado pensar que, luego de elegido García Rodas, pida permiso y, al estilo de Alsider Arias, deje el cargo para que los duros y transas de FCN dirijan a su sabor y antojo el Legislativo.

La planilla no es para nada incluyente, pues, mientras los patriotas seguidores de Sinibaldi y rebautizados en Movimiento Renovador —la franquicia electoral creada para llevar a Jorge Briz a la presidencia en 2003— ansían dos cargos, Todos procura otros dos (con su narcotraficante confeso como abanderado), el mismo número de puestos que los cachorros de Mario Estrada y los efecenistas esperan controlar. El puesto restante, la tercera vicepresidencia, es el premio a los ex-Líder para que recuperen sus viejos hábitos y hagan los mejores negocios posibles. Jimmy Morales, pues, sin mayores escrúpulos, no solo ha hecho crecer su bancada con lo más oscuro de los diputados, sino que ahora pugna de manera abierta por controlar el Congreso con gente de la misma calaña.

Los sobrevivientes de la mancuerna Patriota-Líder están por tomar el control del Congreso para servir de contenedores al tímido proceso de reformas que el próximo año podrían impulsarse. Nada importante o novedoso han propuesto en este primer año de legislatura, comportamiento que también han tenido los oscuros ucenistas de Mario Estrada y la misma bancada del gobernante.

García Rodas se juega su más difícil carta. Inviabilizado de la noche a la mañana cuando desde las mazmorras del Partido Patriota se lo propuso como candidato vicepresidencial para sustituir al para entonces ya casi defenestrado Otto Pérez, salta ahora para servir de escudero no solo del grupo militar que nos gobierna, sino, tal vez lo más importante para él, permitir que Mario Estrada y lo peorcito de Todos entren a hacer negocios oscuros en el Congreso.

Nunca como ahora, en los últimos 20 años, la elección de la Junta Directiva del Congreso había sido tan importante, posiblemente porque esta vez ha sido el único espacio de la gestión pública donde se ha avanzado, aunque tímidamente, en la transformación de algunas de las anquilosadas estructuras de poder en el país.

Pendientes de votación están las reformas al sector justicia, así como las leyes que pueden permitir transparentar al máximo las transacciones comerciales. De ganar la votación García Rodas y su jauría, evidentemente estos procesos se detendrán en detrimento del avance del país y saldrá ganancioso todo aquel sector empresarial acostumbrado a la competencia desleal al evadir impuestos, engañar al fisco y sobornar a funcionarios. Cierto es que el Gobierno no tiene propuestas ni posibilidades de invertir adecuadamente los recursos públicos, pero, si además de ello detiene la marcha en el Congreso, el estancamiento del país será mayúsculo.

Jimmy Morales y las derechas más conservadoras están a punto de tomar el control del Legislativo y, con ello, del único espacio donde algo positivo se estaba logrando. Sin movilización social efectiva y sin un Congreso propositivo, Morales navegará el resto de su período con su bandera de actor, mientras el país se cae a pedazos, situación que ha sido hasta ahora el mejor negocio de los que siempre han mandado.

Jimmy Morales y las derechas más conservadoras están a punto de tomar el control del Legislativo y, con ello, del único espacio donde algo positivo se estaba logrando.

Fuente: [https://www.plazapublica.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Virgilio Álvarez Aragón