Revisando la historia de la infamia.
Al repasar la historia del genocidio perpetrado por los nazis durante los años de la segunda guerra mundial, las cifras convencionales indican que aproximadamente 6 millones de personas murieron en los campos de concentración y exterminio que se instalaron dentro y fuera de Alemania. La batalla por la memoria de esta infamia ha sido ganada por el mundo humanitario y por la comunidad judía internacional. Y parte de este triunfo de la memoria se debe al trabajo que Hollywood ha hecho a través de series televisivas y películas memorables entre ellas las realizadas por Steven Spielberg. La memoria del holocausto ha sido perpetuada sobre todo por las investigaciones históricas hechas por académicos especializados en el tema y por los films documentales que en base a estos estudios se han hecho. Hoy resulta un hecho incuestionable que 6 millones de personas, fundamentalmente judías, fueron asesinadas en los campos de la muerte de los nazis. Hay que agregar que siendo los judíos el grupo étnico fundamental en el genocidio nazi, también fueron eliminados gitanos, españoles republicanos que habían llegado huyendo de la victoria del franquismo, comunistas, socialdemócratas, cristianos antifascistas, homosexuales.
En Europa ha surgido desde hace años una corriente histórica revisionista que pretende cuestionar la existencia del holocausto o Shoá. Se dice que las cifras millonarias de asesinados son exageradas y que no se podría haber asesinado a 6 millones de judíos porque no había ni siquiera esa cantidad en toda Europa. Se arguye que las películas que se han visto con las montañas de cadáveres en los campos de concentración son solamente parte de algunos hechos deplorables pero aislados. Pero lo que resulta verdaderamente impactante es lo deplorable que en Europa se ha vuelto sostener tan infames opiniones. Negar el genocidio en Europa puede incluso significar acciones penales y en todo caso es parte de lo políticamente deplorable. No cabe duda pues que la memoria de la Shoá forma parte de la gran victoria cultural mundial sobre el fascismo.
En Guatemala estamos muy lejos de esto todavía. La reciente polémica que ha suscitado el juicio por genocidio contra Efraín Ríos Montt, las enconadas reacciones de la ultraderecha, el surgimiento de organizaciones como la Fundación contra el Terrorismo, nos revelan que en este país la batalla por la memoria y contra el olvido tiene todavía un largo camino por andar. El genocidio observado en Guatemala, que implicó 150 mil ejecuciones extrajudiciales y 45 mil desapariciones forzadas, es negado en primera instancia como calificativo. Las “atrocidades”, según dice la derecha contrainsurgente y sus voceros viejos y nuevos, no califican como genocidio. Pero hoy podemos observar que lo argumentos pueden ir todavía más allá. Pude saber en Washington durante el congreso de la Latin American Studies Association (29 mayo-1 de junio de 2013) que ya hay más de algún académico estadounidense que ha empezado la labor de poner en duda las cifras a las que llegó la Comisión de Esclarecimiento Histórico.
Ya no se trata de destruir el calificativo de genocidio con respecto a lo sucedido en Guatemala. Se trata ahora de decir que en realidad no hubo tantos muertos ni tantos desaparecidos durante todos aquellos años. En mi caso particular tuve la oportunidad de revisar una base de datos de 4,042 casos de desapariciones forzadas entre 1960 y1996. Esta base de datos recopilada por el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) y el Centro Internacional de Investigación para los Derechos Humanos (CIIDH) es una fuente sólida en la disputa de la verdad histórica.
Pero no cabe duda que la batalla contra el olvido requerirá de más investigaciones. Las necesitan la memoria de lo acontecido, la verdad que debe prevalecer y la justicia imprescindible.
En Guatemala estamos muy lejos de esto todavía. La reciente polémica que ha suscitado el juicio por genocidio contra Efraín Ríos Montt, las enconadas reacciones de la ultraderecha, el surgimiento de organizaciones como la Fundación contra el Terrorismo, nos revelan que en este país la batalla por la memoria y contra el olvido tiene todavía un largo camino por andar.
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