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Religiosidad chabacana autoritaria

Virgilio Álvarez Aragón

Minuto a minuto, los guatemaltecos perdemos los escasos hilos de nuestra democracia, que, sin estar firmemente tejida, parece que se deshilacha para convertirse en el nudo autoritario militarista de los sangrientos y corruptos años 70 y 80.

Luego del deshonesto y mentiroso discurso del presidente, elegido mediante argucias y apoyos ilegales de los dueños del gran capital criollo, sus aliados y cómplices se han dado a la tarea de jugar al oscurantismo con la clara intención de restaurar, a nivel de caricatura dantesca, aquel régimen oprobioso y criminal.

Si bien el sainete de la prohibición del ingreso al país de la banda de rock Marduk quedará en los anales del despilfarro y desperdicio de los recursos públicos en sueldos y dietas de los congresistas, lo notable del asunto es que, abierta la puerta de la intransigencia, toda descabellada idea que pase por las mentes de los autoritarios puede convertirse en prohibición. Aún recordarán las jovencitas y los jovencitos de antes la manera abusiva y violenta con que los policías del aranismo los obligaron, en plenas plazas públicas, a bajarles el ruedo a sus faldas y a cortarse el cabello largo. Algunos actores de teatro fueron vejados en público porque al supremo mandatario le parecían inmorales tales atuendos.

Lo curioso del asunto es que, mientras se defiende a capa y espada la supuesta libertad extrema de los mercados, que no es sino la liberalización de la explotación de la fuerza de trabajo y el monopolio en los precios, se coartan todas las libertades de expresión de la sociedad bajo el falso anuncio de defender un grupo de creencias que no practican, pero usan como instrumento para imponer sus canalladas políticas y económicas.

Negarle a Iván Velázquez el derecho a ejercer su función internacional en el país fue la apertura de la puerta para que todo aquel que con poder o conexiones con los momentáneamente poderosos quisiera imponer su voluntad pudiera hacerlo. Siendo el Estado de Guatemala constitucionalmente laico, en su discurso en las Naciones Unidas el presidente hizo gala de su autoritaria visión excluyente y ultrarreligiosa queriendo hacer creer que toda la sociedad guatemalteca comparte su visión estrecha del mundo, cuando menos del 18 % de los ciudadanos le conceden actualmente su apoyo. Guatemala es, felizmente, un país extremadamente diverso, en el que día a día los distintos grupos pugnan por el derecho a la organización y a la expresión y paso a paso lo van consiguiendo.

Jimmy Morales, Estuardo Galdámez y demás acólitos conforman una secta que procura, con toda la violencia que les es posible, restaurar en el país las prácticas autoritarias que permitieron a políticos y a militares enriquecerse con los recursos públicos presionando año con año por incorporarse a la élite económica, que mediante sobornos y negocios turbios dejaron florecer.

No hay en ellos ningún propósito sincero de promover el desarrollo económico y político del país. Ellos se nutren de la ignorancia y la pobreza, como lo han hecho de distintas maneras sus predecesores.

Son ellos, junto con sus financistas electorales, lícitos e ilícitos, quienes en poco más de una década han transformado el país en un simple mercado. Si para 2002, según las encuestas de ingresos y gastos del INE, era la industria, con 19.7 %, el sector con mayor participación en el PIB, para 2016 lo era el comercio. Esto significa que es el mercado informal el que se ha multiplicado, dados la incapacidad y el acomodamiento del sector industrial. Vender y comprar bajo el manto protector de la corrupción es ventajoso para esta secta pseudorreligiosa y proimpunidad, pero totalmente dañino para la sociedad en su conjunto.

Pareciera que aún estamos a tiempo de conseguir el golpe de timón en las prácticas políticas y económicas que desde 2015, con ayuda de la Cicig, estamos intentando. De la unidad de todos los sectores que imaginan un país mejor para todos depende mucho que lo logremos, pues la lucha frontal contra la corrupción no tiene ideología ni religión y todos cabemos en ese empeño. Pero el principal obstáculo son los fanáticos y oportunistas a lo Morales, Galdámez y Arzú, que se declaran más puros que el agua destilada a la izquierda y derecha del espectro político, dueños de la verdad y defensores a ultranza de sus intereses particulares, y procuran impunidad para sus actos, manipulando para ello creencias, ideologías y legislaciones.

Fuente: [http://plazapublica.com.gt/content/religiosidad-chabacana-autoritaria]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Virgilio Álvarez Aragón