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REGLAS PRÁCTICAS DE REDACCIÓN Y ESTILO

Gonzalo Martín Vivaldi

La regla del buen estilo científico es la claridad, la perfecta adaptación al asunto, el completo olvido de sí mismo, la abnegación absoluta. Es también la regla para escribir bien sobre cualquier material.
Renan

Una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento.
Voltaire

A menos de ser un genio, lo mejor es procurar hacerse inteligible.
Anthony Hope

No sacar de la luz humo, sino del humo luz.
Horacio

El estilo, como las uñas, es más fácil tenerlo brillante que limpio.
Eugenio D’Ors

El hombre poco claro no puede hacerse ilusiones: o se engaña a sí mismo, o trata de engañar a los demás.
Stendhal

El que habla con claridad, tiene el espíritu claro.
San Bernardo de Siena

1. Las palabras son los utensilios, la herramienta del escritor. Y como en todo oficio o profesión es imprescindible el conocimiento —el manejo— de los utensilios de trabajo, así en el arte de escribir. Nuestra base, pues, es el conocimiento del vocabulario. El empleo de la palabra exacta, propia y adecuada es una de las reglas fundamentales del estilo. Como el pintor, por ejemplo, debe conocer los colores, así el escritor ha de conocer los vocablos.
2. Un buen diccionario no debe faltar nunca en la mesa de trabajo del escritor. Se recomienda el uso de un diccionario etimológico y de sinónimos.
3. Siempre que sea posible, antes de escribir, hágase un esquema previo, un borrador.
4. Conviene leer asiduamente a los buenos escritores. El estilo, como la música, también «se pega». Los grandes maestros de la literatura nos ayudarán eficazmente en la tarea de escribir.
5. «Es preciso escribir con la convicción de que sólo hay dos palabras en el idioma: el verbo y el sustantivo. Pongámonos en guardia contra las otras palabras» (Veuillot). Quiere decir esto que no abusemos de las restantes partes de la oración.
6. Conviene evitar los verbos «fáciles» (hacer, poner, decir, etc.), y los «vocablos muletillas» (cosa, especie, algo, etc.).
7. Procúrese que el empleo de los adjetivos sea lo más exacto posible. Sobre todo no abusemos de ellos: «si un sustantivo necesita de un adjetivo, no lo carguemos con dos» (Azorín).
Evítese, pues, la duplicidad de adjetivos cuando sea innecesaria.
8. No pondere demasiado. Los hechos narrados limpiamente convencen más que los elogios y ponderaciones.
9. Lo que el adjetivo es al sustantivo, es el adverbio al verbo. Por tanto, no abuse tampoco de los adverbios, sobre todo de los terminados en mente, ni de las locuciones adverbiales (en efecto, por otra parte, además, en realidad, en definitiva).
10. Coloque los adverbios cerca del verbo a que se refieren. Resultará así más clara la exposición.
11. Evítense las preposiciones en cascada. La acumulación de preposiciones produce mal sonido (asonancias duras) y compromete la elegancia del estilo.
12. No abuse de las conjunciones parasitarias: que, pero, aunque, sin embargo, y otras por el estilo que alargan o entorpecen el ritmo de la frase.
13. No abuse de los pronombres. Y, sobre todo, tenga sumo cuidado con el empleo del posesivo su —pesadilla de la frase— que es causa de anfibología (doble sentido).
14. No tergiverse los oficios del gerundio. Recuerde siempre su carácter de oración adverbial subordinada (de modo). Y, en la duda… sustitúyalo por otra forma verbal.
15. Recuerde siempre el peligro laísta y loísta y evite el contagio de este vicio «tan madrileño».
16. Tenga muy en cuenta que «la puntuación es la respiración de la frase». No hay reglas absolutas de puntuación; pero no olvide que una frase mal puntuada no queda nunca clara.
17. No emplee vocablos rebuscados. Entre el vocablo de origen popular y el culto, prefiera siempre aquél. Evítese también el excesivo tecnicismo y aclárese el significado de las voces técnicas cuando no sean de uso común.
18. Cuidado con los barbarismos y solecismos. En cuanto al neologismo, conviene tener criterio abierto, amplio. No se olvide que el idioma está en continua formación y que el purismo a ultranza —conservadurismo lingüístico— va en contra del normal desarrollo del idioma. «Remudar vocablos es limpieza» (Quevedo).
19. No olvide que el idioma español tiene preferencia por la voz activa. La pasiva se impone: por ser desconocido el agente activo, porque hay cierto interés en ocultarlo o porque nos es indiferente.
20. No abuse de los incisos y paréntesis. Ajústelos y procure que no sean excesivamente amplios.
21. No abuse de las oraciones de relativo, y procure no alejar el pronombre relativo que de su antecedente.
22. Evite las ideas y palabras superfluas. Tache todo lo que no esté relacionado con la idea fundamental de la frase o periodo.
23. Evite las repeticiones excesivas y malsonantes; pero tenga en cuenta que, a veces, es preferible la repetición al sinónimo rebuscado. Repetir es legítimo cuando se quiere fijar la atención sobre una idea y siempre que no suene mal al oído.
24. Si, para evitar la repetición, emplea sinónimos, procure que no sean muy raros. Ahorre al lector el trabajo de recurrir al diccionario.
25. La construcción de la frase española no está sometida a reglas fijas. No obstante, conviene tener en cuenta el orden sintáctico (sujeto, verbo, complemento) y el orden lógico.
26. Como norma general, no envíe nunca el verbo al final de la frase (construcción alemana).
27. El orden lógico exige que las ideas se coloquen según el orden del pensamiento. Destáquese siempre la idea principal.
28. Para la debida cohesión entre las oraciones, procure ligar la idea inicial de una frase a la idea final de la frase anterior.
29. La construcción armoniosa exige evitar las repeticiones malsonantes, la cacofonía (mal sonido), la monotonía (efecto de la pobreza de vocabulario) y las asonancias y consonancias.
30. Ni la monótona sucesión de frases cortas ininterrumpidas (el abuso del punto y seguido), ni la vaguedad del periodo ampuloso. Conjúguense las frases cortas y largas según lo exija el sentido del párrafo y la musicalidad del periodo.
31. Evítense las transiciones bruscas entre distintos párrafos. Procure fundir con habilidad para que no se noten dichas transiciones.
32. Procure mantener un nivel (su nivel). No se eleve demasiado para después caer vertiginosamente. Evite, pues, los baches.
33. Recuerde siempre que el estilo directo tiene más fuerza —es más gráfico— que el indirecto.
34. No se olvide que el lenguaje es un medio de comunicación y que las cualidades fundamentales del estilo son: la claridad, la concisión, la sencillez, la naturalidad y la originalidad.
35. La originalidad del estilo radica, de modo casi exclusivo, en la sinceridad.
36. Pero no sea superficial, ni excesivamente lacónico, ni plebeyo, ni «tremendista», vicios éstos que se oponen a las virtudes antes enunciadas.
37. Además del estilo, hay que tener en cuenta el tono, que es el estilo adaptado al tema.
38. Huya de las frases hechas y lugares comunes (tópicos). Y no olvide que la metáfora sólo vale cuando añade fuerza expresiva y precisión a lo que se escribe.
39. Huya de la sugestión sonora de las palabras. «Cuando se permite el predominio de la sugestión musical empieza la decadencia del estilo» (Middleton Murry). La cualidad esencial de lo bien escrito es la precisión.
40. Piense despacio y podrá escribir deprisa. No tome la pluma hasta que no vea el tema con toda claridad.
41. Relea siempre lo escrito como si fuera de otro. Y no dude nunca en tachar lo que considere superfluo. Si puede, relea en voz alta: descubrirá así defectos de estilo y tono que escaparon a la lectura exclusivamente visual.
42. Finalmente, que la excesiva autocrítica no esterilice la jugosidad, la espontaneidad, la personalidad, en suma, el propio estilo. Olvide, en lo posible, todas las reglas estudiadas al escribir. Acuda a ellas sólo en los momentos de duda. Recuerde siempre que escribir es pensar y que no debe constreñirse al pensamiento, encerrándolo en la cárcel del leguleyismo gramatical o lingüístico.

Finalmente, que la excesiva autocrítica no esterilice la jugosidad, la espontaneidad, la personalidad, en suma, el propio estilo. Olvide, en lo posible, todas las reglas estudiadas al escribir. Acuda a ellas sólo en los momentos de duda. Recuerde siempre que escribir es pensar y que no debe constreñirse al pensamiento, encerrándolo en la cárcel del leguleyismo gramatical o lingüístico.

Tomado de:
López, Carlos (2006). REDACCIÓN EN MOVIMIENTO, Herramientas para el cultivo de la palabra, 2ª ed. Ciudad de México: Editorial Praxis.

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Más información sobre el libro en Editorial Praxis.

Carlos López