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Reaccionemos contra el suicidio ciudadano

Votar fue ir contra el poder civil que gritó en la Plaza “fuera militares”, pero que puso otros aún más peligrosos en el poder.

Marcela Gereda

Ayer nos enfrentamos con decepción, escepticismo y desencanto ante el final de un proceso electoral alucinante, decepcionante, vergonzoso y que solo fue un mal teatro de una ilusión de democracia. Fue algo poco representativo, por la desfachatez de los candidatos y por la incapacidad de construir propuestas sólidas. Otra vez, fue una farsa para autorizar a una nueva camarilla de criminales que seguirá mintiéndole al pueblo de Guatemala durante cuatro años.

Estas elecciones fueron una trampa a la ciudadanía, por ser la extensión y continuidad de un sistema político que todos sabemos que no funciona, por corrupto y mafioso. Además fuimos testigos de la ausencia de debates, ideas, pensamiento crítico y sólido entre los candidatos.

El proceso electoral de ayer es el de unos candidatos que representan lo mismo y que no son en definitiva la respuesta a la crisis que hemos venido tratando de explicar desde el pasado abril y de la que todos (o casi todos) estamos conscientes. Votar por uno o por otro no representó el cambio estructural y profundo que las grandes mayorías necesitan y que todos quisiéramos para el país.

El ganador de este domingo 25 de octubre (que ya sabemos con quienes gobernará, a estas alturas ya no hay sorpresas) se encara ante un sistema político absolutamente podrido e ilegítimo, en el que la praxis de hacer, gestionar y mover la política es una verdadera burla al Estado de Derecho.

Cualquier ciudadano con dos dedos de frente debiera preguntarse, ¿cómo pudimos celebrar elecciones si se destapó la cloaca que es el sistema político y se demostró su verdadera génesis?, ¿cómo podemos ir a votar para reproducir más de lo mismo, si la corrupción contra la que salimos a manifestar no ha salido del nido de ratas en el que se ha convertido la Presidencia?

Es cosa sabida que el nuevo Presidente no cuenta ni con la formación, ni la capacidad, ni idoneidad, honestidad, transparencia y conocimiento histórico necesario para gobernar este país. Quien gobernará Guatemala en los próximos cuatro años no es un estadista y no fue capaz de argumentar y explicar cómo pretende gobernar, con qué, y con quiénes. El futuro Presidente da miedo por saberlo rodeado de varios exmilitares nefastos, con las manos manchadas de sangre, quienes le han hecho mucho daño a la población guatemalteca y que en cualquier sociedad normal estarían encarcelados por participar en hechos atroces e inhumanos en un pasado irresuelto. Y ahora, a esas fuerzas oscuras de lo peor de nuestra historia, se les da las llaves del Estado.

Sin importar los resultados de estas elecciones circenses, si los guatemaltecos queremos que el país cambie debemos seguir en las calles, organizarnos y exigir lo que nos corresponde como ciudadanos. Debemos vigilar, reclamar y fiscalizar a esos funcionarios políticos en los que ya no creemos, de los que estamos hartos, pero que sabemos que ahí siguen, incrustados en lo más profundo del poder.

Por ello hoy más que nunca es imprescindible no olvidar que la razón primordial por la que salimos a las calles era la de refundar el Estado podrido y ese sistema político caduco y cooptado por los militares-narcotraficantes y la cúpula empresarial que protegió, encubrió y mantuvo en el poder hasta el último momento a Pérez Molina y que ahora puso a este de títere de los poderes más oscuros del país.

Ante el contexto y panorama que las elecciones nos dibujaron, está claro que los cambios estructurales que demandábamos no ocurrirán a corto plazo, que las condiciones de vida digna siguen siendo una quimera por la que debemos seguir luchando y retomando las calles.

Como muchos lo sintieron y expresaron ayer con sentido crítico de la realidad ante el proceso electoral, los ciudadanos fuimos convocados al abismo, a marcar una boleta en la que no nos sentimos representados, nos llamaron a participar de un “suicidio ciudadano”. Votar fue ir contra el poder civil que gritó en la Plaza “fuera militares”, pero que puso otros aún más peligrosos en el poder. También gritamos “no más injusticias” y sabemos que con nuestro voto estamos perpetuando un sistema corrupto y podrido.

Sin embargo, ojalá sepamos que ahora empieza verdaderamente nuestro papel y función como ciudadanos, para vigilar y mantener vivo ese poder colectivo por el que vamos a mantenernos en alto, firmes, sólidos, con las antenitas de vinil muy verticales para que ni un solo político vuelva a escupir sobre la soberanía y dignidad de este pueblo con ganas y necesidad de construir un país justo.

El futuro Presidente da miedo por saberlo rodeado de varios exmilitares nefastos, con las manos manchadas de sangre, quienes le han hecho mucho daño a la población guatemalteca y que en cualquier sociedad normal estarían encarcelados por participar en hechos atroces e inhumanos en un pasado irresuelto. Y ahora, a esas fuerzas oscuras de lo peor de nuestra historia, se les da las llaves del Estado.

Marcela Gereda
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