Irmalicia Velásquez Nimatuj
El 14 de febrero de 2008, el líder maya q’eqchi’ Ramiro Choc fue detenido por fuerzas policiales, sus captores buscaron eliminarlo inmediatamente. Una llamada que Ramiro hizo en ese momento, a miembros de su comunidad, indicando que se lo llevaba la DIPRONA y un presunto detective de la policía nacional vestido de civil, lo salvó. Las comunidades q’eqchi’ a las que Ramiro acompañaba reaccionaron inmediatamente y esto obligó a sus captores a procesarlo a través del sistema de justicia. Ramiro fue trasladado a la capital con lujo de fuerza, en un operativo digno de un peligroso criminal, lo vistieron con un overol amarillo, lo encadenaron de pies y manos, mientras lo resguardaba un ejército que lo mostraba como un trofeo. Su traslado fue cubierto por los medios de comunicación de la manera más racista, en el fondo porque buscaban por todos los medios posibles someter a uno de los más brillantes y comprometidos defensores de la madre tierra que Guatemala ha tenido en la época contemporánea.
Ramiro nació de padres que habían sido colonos -esclavos- en las fincas ubicadas en región de las Verapaces, quienes migraron en busca de obtener un pedazo de tierra que les devolviera un poco de libertad. Así llegaron al municipio de El Estor, Izabal, en donde se establecieron. La niñez y la adolescencia de Ramiro se desarrollaron en extrema pobreza, él conoció las exclusiones en su piel, en su vida y en su familia, por eso, desde joven buscó abrigo en la iglesia católica y posteriormente se incorporó a procesos de lucha y defensa de su territorio. Él fue un líder nato, un increíble organizador, un analista agudo de su historia y de la historia del país. Aunque nunca pisó un aula universitaria, no la necesitó, porque a su alrededor se ejercían cientos de violaciones y crímenes en los cuerpos y en las vidas de mujeres y hombres mayas como él. Estos crímenes fueron delineando su consciencia. Ramiro recorrió el país, aprendió de otros colectivos y se identificó con otras y otros que enfrentaban el mismo trato racista y la hipócrita indiferencia del estado represor que no perdía oportunidad para humillarlos.
Ramiro fue acusado de usurpación y robo agravado, y detención ilegal, el tribunal de justicia de Puerto Barrios, sin pruebas, lo condenó en marzo del 2009 a nueve años de prisión. Finalmente, fue liberado luego de más de cinco años de estar detenido al demostrarse que no fue responsable de ningún delito. Esos años deterioraron su salud, por eso, en plena madurez ha partido, dejándonos un ejemplo digno de resistencia. Ramiro nunca se vendió al estado, no aceptó pactos con el poder como lo hicieron otros lideres, por eso, su memoria y su ejemplo debe de ser transmitido a las nuevas generaciones de defensores.
Fuente: [elperiodico.com.gt]
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