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Mario Roberto Morales

En cuanto a presidentes guatemaltecos de la “era democrática”, las cosas han ido de mal en peor porque cuando creemos que ya no se puede caer más bajo, el piso cede. Es el caso ―para hablar de lo más reciente― de Pérez Molina después de Colom, de Jimmy Morales después de Pérez Molina y de Giammatei después Jimmy. Y si, como se perfila la cosa, entre los próximos candidatos arzuistas se cuenta al caricaturesco Neto Bran y a la desangelada Consuelo Porras contra algún dionisista progre, “moderado”, oenegero y políticamente correcto, aquella sentencia seguirá neciamente vigente.

“Era democrática” es un eufemismo táctico para nombrar la fase política y no militar del plan contrainsurgente genocida que derrotó a las guerrillas socialistas, al precio de asesinar a cientos de miles de civiles desarmados e inermes, la mayoría de los cuales eran indígenas. O sea que, de democracia, nada. Pero de saqueo del erario público, todo lo que los “democráticos” presidentes han podido llevarse a sus cuentas offshore. Jamás el maltrecho Estado guatemalteco ha sido saqueado con tan metódica minuciosidad como lo han hecho Pérez Molina con Baldetti, Jimmy Morales con su familia y Giammatei con Miguelito. Para no hablar de la disputada justicia podrida ―junto al resto del Estado― por la oligarquía arzuista y dionisista. Y ojo, que fue la oligarquía la que auspició el genocidio y fundó la Guatemala de la “era democrática”, es decir, la del narco, el secuestro, la trata, el robo de autos, las extorsiones y la cooperación internacional como distractor culturalista para la pobreza, el racismo y el sexismo; males que los despistados piadosos creen que vienen de que “nos hemos olvidado de Dios”. Y todo empezó con Arzú y sus operáticos acuerdos de paz.

Desde que quedó Biden de presidente, el ala dionisista (corporativa) de la oligarquía está de fiesta, después de que con Trump el ala arzuista (fascista) de la misma lo estuviera. Luego de que ésta echara a la CICIG y recobrara terreno en el MP, ahora los dionisistas (y su progresía biempensante, su izquierda rosa y su derecha lila) reactivarán su lucha sin fin contra la corrupción. Sin fin porque la corrupción es sistémica y sólo se acaba al separar al Estado del poder económico oligárquico. También revivirán su intermitente revolucioncita de color llamada “La Plaza” y a sus campeones oenegistas, que de eso viven.

Sin importar qué facción oligárquica esté respaldada por EU, la oligarquía jamás va a democratizar el Estado porque no puede democratizar su sistema económico corrompido, el cual necesita de un Estado corrupto para seguir produciendo desempleo y pobrerías emigrantes las cuales empero se las arreglan para sostener la economía nacional con sus remesas, en vista de que la economía oligárquica es tan fallida como su Estado; no importa si lo controlan arzuistas (como ahora) o dionisistas (con un futuro presidente progre y “moderado”, rosa o lila).

Para acabar con este pingpong interoligárquico en el que para los biempensantes los dionisistas son “buenos” y los arzuistas “malos” ―mientras los pueblos siguen en la miseria―, se necesita de un partido político interclasista e interétnico con un crecimiento tal que sea imposible hacerle fraude en las elecciones, y que pueda convertirse en interlocutor alternativo a la oligarquía ante a la tripolaridad global, con la que necesita contar para fundar la economía y el Estado democráticos que soñamos desde que la oligarquía y la CIA eliminaron a Arbenz.

Sin importar qué facción oligárquica esté respaldada por EU, la oligarquía jamás va a democratizar el Estado porque no puede democratizar su sistema económico corrompido, el cual necesita de un Estado corrupto para seguir produciendo desempleo y pobrerías emigrantes las cuales empero se las arreglan para sostener la economía nacional con sus remesas, en vista de que la economía oligárquica es tan fallida como su Estado…

Publicado el 03/03/2021 en elPeriódico

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Mario Roberto Morales
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