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Pueblos indígenas y la paz en Guatemala VII

María Aguilar

Durante el conflicto armado más de un millón de personas se convirtieron en refugiados internos y externos. De ellos más de 50 mil buscaron refugio en las montañas y selva del país, convirtiéndose en Comunidades de Población en Resistencia, CPR. Según un reporte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (1994) estas poblaciones residieron en las sierras por décadas en condiciones infrahumanas. Para 1992, se estimaba que 23 mil personas aun vivían escondidas en las cordilleras guatemaltecas y más de 44 mil en campamentos ubicados en territorio mexicano.

Para solucionar la situación de los miles de desterrados, el Estado y la URNG firmaron el Acuerdo para el Reasentamiento de las Poblaciones Desarraigadas por el Enfrentamiento Armado en 1994. Ambas partes aceptaron el compromiso, junto con la sociedad, de trabajar por el retorno de población obligada a abandonar su hogar y su tierra, por la violencia institucional durante el conflicto y huir a regiones fuera o dentro del país.

Este Acuerdo es vital dado que el desarraigo de miles de guatemaltecos, en su mayoría indígenas, no fue solo humano sino representó un proceso de desarraigo cultural, material, psicológico, económico, político y social. El Acuerdo reconoció que el proceso había resultado en violaciones a los derechos humanos y sufrimiento de las comunidades afectadas.

El Acuerdo garantizaba que el Estado aseguraría las condiciones para que las poblaciones pudieran retornar a sus lugares de origen en condiciones de dignidad, seguridad y desarrollo pero la realidad fue distinta. Al volver las comunidades encontraron racismo, desprecio y despojo. El Estado fracasó en proporcionar condiciones básicas para el retorno y siempre buscó invisibilizar el número de desplazados y retornados. Además, funcionarios del Estado se negaron a que los retornados lo hicieran por las principales carreteras de Guatemala, obligándolos a volver en condiciones igual de míseras, como en las que habían sobrevivido por décadas. Muchas familias que retornaron encontraron que sus territorios ya no les pertenecían, estaban en manos de oficiales del ejército, familias afines a los gobiernos o de empresas.

Ante esto, Guatemala no debe nunca olvidar el trabajo de Alfonso Bauer Paiz, uno de los luchadores más férreos que trabajó para que los retornados volvieran con dignidad.

Guatemala no debe nunca olvidar el trabajo de Alfonso Bauer Paiz, uno de los luchadores más férreos que trabajó para que los retornados volvieran con dignidad.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

María Aguilar Velásquez
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