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Mario Roberto Morales

¿No les parece raro que después de forzar al confinamiento por medio de la campaña mediática de terror global más intensa de la historia, ahora los gobiernos “abran” las economías en medio de los picos más altos de contagio?

¿No es obvio que tarde o temprano iremos a trabajar con el virus al lado y que, aunque no nos guste aceptarlo, habremos de contagiarnos alguna vez, ya que no es posible esperar uno o dos años confinados a que aparezcan las anheladas vacunas?

¿No se les hace sospechoso que después de unos pocos meses de “cierre” de las economías por el confinamiento forzoso, ahora los medios anuncien la peor crisis económica y financiera de la historia, de la que culpan a una enfermedad viral cuyos orígenes son inciertos y que mata mucha menos gente que la influenza?

¿No es evidente que la “pandemia” resulta perfecta para justificar la quiebra anunciada del sistema financiero mundial, la cual es producto de prácticas bancarias fraudulentas por parte de la oligarquía planetaria, y no del virus?

¿No resulta claro que los usos geopolíticos del COVID-19 tienen que ver con la pugna entre Trump y los Obama-Clinton-Soros porque de la reelección o no del megalómano, racista y sexista Trump puede ―irónicamente― depender un cambio de paradigma en la acumulación de capital, la cual migraría del financierismo especulador hacia una productividad física de mercancías que acercaría a Estados Unidos a una alianza (y no a una guerra nuclear) con China y Rusia?

¿No es sospechoso que el conocido plan de las autoridades de salud mundiales sea la vacunación obligatoria, so pena de no dejar entrar a los niños a las escuelas ni a los adultos a sus puestos de trabajo?

¿No les parece inaudito y a la vez vergonzoso que en Guatemala las cifras oficiales sobre el virus no tengan ningún respaldo fehaciente y por tanto ninguna credibilidad, y que lo mismo ocurra con la torpe ejecución del millonario presupuesto para combatir al virus, producto de préstamos que endeudaron ya hasta a los nietos de los ‘centennials’?

¿No es claro que, luego de vocear que el COVID-19 vino para quedarse y que habrá que convivir con él, la intensificación de las “disposiciones presidenciales” sirve sólo para fingir que se ejecuta ese presupuesto y para que no colapse el caótico sistema de salud pública?

¿No es obvio que la gestión del combate al virus en este país es tragicómico, fraudulento y ridículo, y que sus letales consecuencias rebasan el problema actual de salud e implican el estancamiento por deuda del desarrollo humano para el resto del siglo XXI?

¿No les parece elemental que resulta bastante idiota seguir aterrorizados por el virus, si de todos modos lo más probable es que nos dé o ya nos haya dado asintomáticamente?

¿No es ya innegable que el peligro de muerte por el virus es mínimo y que quienes padecen de otras enfermedades son los que más deben cuidarse?

¿No es asimismo ostensible que la política neoliberal de despoblamiento planetario por medio del virus tiene como blanco a la tercera edad, considerada improductiva por la ética neoliberal, y que en este grupo debemos centrar los cuidados?

¿No es evidente que guardar las conocidas medidas de higiene y distancia respecto del prójimo es lo único que podemos hacer para no exponernos abiertamente al contagio, y que no es sensato pretender que el virus jamás nos alcance?

¿A qué el pánico entonces, si además se sabe que el miedo merma el sistema inmunológico y que eso nos hace más propensos a contraer enfermedades?

¿No es ya innegable que el peligro de muerte por el virus es mínimo y que quienes padecen de otras enfermedades son los que más deben cuidarse?

Fuente: [www.mariorobertomorales.info]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Mario Roberto Morales
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