Javier Payeras
Todo apunta a que nuestra época será recordada por la basura que deja y por su conciencia «retardada» acerca del medio ambiente. Nuestro lugar en la historia se irá hilando por el fracaso ecológico que provocamos. Un fracaso lleno de buenas intenciones pero repleto de incongruencias prácticas en el plano político e individual: La Era de los Chunches.
Imagino a los arqueólogos del futuro dando conferencias acerca de nuestra extinta sociedad y de su indescifrable basura. Teléfonos inteligentes, juguetes, empaques de todo tipo, monitores de computadoras, accesorios de carro, devedés… Y se preguntarán acerca del porqué los necesitamos para vivir. Otros estudios darán la pauta acerca de nuestra enajenación. Habrá una exclamación: «¡Cuánto tiempo perdido!», y las sorprendentes respuestas de cómo dilapidamos nuestros recursos naturales invirtiéndolos en nada. Energía eléctrica para producir ocho, diez o doce horas ininterrumpidas de televisión para una sola familia. Destrucción de una reserva natural con el propósito de filmar una película gringa de lo más mediocre. Miles de toneladas de plástico para grabar un disco intrascendente…
La conclusión de estos estudios será sencilla: nos gusta consumir para no pensar, porque nuestra voluntad de elegir se vio reducida al pequeño horizonte de posibilidades que los monopolios de nuestra época nos ofrecieron.
Entre tanta corrección política, entre tanta demagogia relacionada a la libertad del consumo, ¿qué dejaremos a la posteridad sino un planeta lleno de cosas inservibles? Suena curioso, pero necesitamos estar rodeados de basura. Rodeados por ese montón de chunches de utilidad breve que —irónicamente— adquirimos para estar vigentes. Una vigencia que durante los próximos mil años permanecerá, sin biodegradarse, al fondo de nuestros barrancos, de nuestros lagos o debajo de nuestras casas.
Fuente: [casiliteral.com]
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