¿Por qué es tan popular Portillo?
Carlos Figueroa Ibarra
En su libro “La imaginación sociológica”, el sociólogo estadounidense C.W. Mills escribió que un fenómeno tendría alguna relevancia sociológica si llegaba a tener dimensiones estadísticas significativas. No necesariamente es cierta la anterior aseveración, pero en lo que se refiere a Alfonso Portillo esto pudiera estar sucediendo. Al final de su libro “Portillo la democracia en el espejo”, el periodista Byron Barrera Ortiz recoge los resultados de una encuesta realizada a finales de 2013 en la que se buscó medir los índices de aceptación que tenían los ex presidentes que ejercieron su mandato después de 1986. Alfonso Portillo encabezó aquella encuesta con un 45.5% mientras el ex mandatario que más se le acercó fue Álvaro Arzú con un 16.9%, a pesar de tener una constante presencia mediática en tanto que ha sido alcalde de la ciudad de Guatemala durante varios períodos. En tercer lugar se encontraba Álvaro Colon con un 10.4%.
Al parecer esta situación no habría variado esencialmente cuando ha transcurrido poco más de un año de haberse realizado la referida encuesta. Lo que resulta sorprendente es que esta popularidad de Alfonso Portillo subsista a pesar de la imagen de presidente ladrón con la que se le ha denostado en los últimos 9 años al menos. Seamos claros en esto, no estoy diciendo que Portillo no lo sea. Pero en todo caso la corrupción en su gobierno no ha sido menor que la de los gobiernos que le antecedieron ni de los que le sucedieron. La diferencia es que Portillo ha sido el único mandatario guatemalteco, hasta donde tengo memoria, que ha pasado años en la cárcel por un cargo de corrupción. Y por ello mismo basta ver las denostaciones que corren por el correo electrónico o por facebook, para constatar que su nombre está asociado al latrocinio.
Siendo el político corrupto lo que más detesta la ciudadanía, la pregunta obligada es ¿por qué es tan popular Portillo? La pregunta es una de carácter obligada para los análisis politológicos o sociológicos y en general para cualquier analista u observador de la política guatemalteca. Una respuesta que me ha llegado es que la política guatemalteca es tan degradada que a la ciudadanía ya no le hace mella algo tan deleznable como un ex presidente corrupto. Otra respuesta que he leído es que en Guatemala hay tal carencia de liderazgos políticos que la población se aferra a cualquier esperanza. Probablemente las respuestas haya que buscarlas más profundamente de lo que lo puede hacer un artículo periodístico como el que usted está leyendo en este momento. Pero se me antoja pensar que las carencias sociales en Guatemala son tan grandes que una buena parte de la población puede perdonarle a un político su corrupción si a cambio ha efectuado medidas que han pretendido resolver tales carencias.
Además de su carisma, dotes oratorias y preparación intelectual, Alfonso Portillo podría estarse beneficiando también de una imagen de victimización y objeto de una injusticia.
Siendo tantos los políticos o políticas corruptas, él sí pagó los platos rotos.
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