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Tres poemas de Libro del origen

Víctor Rivera

Premio Editorial Praxis de Poesía 2016

Obsidiana

…y tienen la misma sonrisa antigua
Que tuvieron para la primera mirada del primer hombre
Que las vio aparecidas y las tocó levemente
Para saber si hablaban…
Fernando Pessoa

I

Por el aire que les diga la materia
irán tus manos persiguiendo las texturas,
mínimas hierbas que entraban a la noche,
brotes primitivos del erial y el deshielo.

Anchas hojas por instinto de la altura,
tu cuerpo de sombra y franca materia,
adivinando el contorno y sus réplicas,
como las formas que se abren al espacio.

Ante tus manos
el basalto en que se prueba la escritura,
todo por decir en las aristas,
donde sólo los halcones y la lluvia
han derramado el surco de sus voces.

Ahora, como antes,
no conoces la distancia entre las cosas,
y como un bosque desmedido
te levantas,
entre el sol y la estepa
sin saber la diferencia.

Regresas, como en un principio,
al ornamento que te precipitó
por el país de los altos lagos,
al espejo de luz que anegó tus ojos,
dándoles señorío,
sobre la creación inabarcable.

Rehaces esa manera de ver como los niños,
en tu jardín de cosas desbordadas,
en tu temblor constante ante la aparición
de formas altísimas.

Tú y el vértigo de ver brotar un valle de penumbra.
Tú y el asombro de estar por primera vez en la tierra,
como un animal liberado, gota de agua,
a la que la más mínima hierba sobrepasa.

 

El mundo del agua

De tierras vírgenes, allá lejos, entre un alto perfume
De humus y de hojarascas,
De tierras vírgenes, allá lejos, bajo extensiones de las
Más vastas sombras de este mundo…
Saint-John Perse

I
He reunido entre las líneas de mi mano
marcas de agua que hablaron de mi origen,
arroyos puros que hablaron de mi muerte,
lo que recobra el agua de las orillas inmersas.

Para ser el río y el mar y el nacimiento,
intercambié mi cuerpo con la tierra,
imaginando que mis dedos alcanzaban
el principio y el fin de las corrientes.

No contento con saber que mi destino
era el de todo hombre que desaparece,
arrojé a la suerte los límites de mi sombra,
buscando pertenecer a algo que me sobrepasara:

Era la región más húmeda del mundo
deshilvanando poco a poco
mi cuerpo y la montaña ,
era un brazo turbio de sonido y hielo,
llevando mineral para las tierras bajas,

surcos evaporados
tras el hilo que los vuelve
al desnivel donde nacían,
al techo blando de las plantas que regresa
lo semejante con lo semejante.

Colmado,
me acerqué a las formas que se hacían
en el taller secreto de lo minúsculo,
entre pequeños charcos,
entre guijarros que rodaban
por las paredes del tiempo.

Así tuve el silencio de lo que siempre está por concluirse,
el aire para el aire,
el agua para el agua,
la boca persiguiendo una palabra.

En la infinita variación de los sistemas,
di golpes en las puertas de la tierra,
en las secretas capas de los materiales.
Mis latidos y el sonar de lo terrestre
escribiendo la canción de los orígenes.

 

Visión del origen

Extranjero de otro tiempo,
habla del sueño que tuviste en el oráculo
cuando la Sibila acarició tu frente
para hacer dulce el sopor de la mandrágora.

Cuenta lo que viste más allá de las ruinas,
en el lugar donde Apolo no recibió con agrado el sacrificio de las vírgenes,
y Arcadia fue yerma
ante otro licor que borró las uvas de Baco.

Habla del imperio de los ríos
y el comercio con la sal de la tierra,
del reino donde los hombres se someten a la ley del limo y el fermento,
de los altos reyes en tronos de cedros aromáticos,
de los remansos que invitaban a detenerse
para retomar el sentido original de las ideas.

Habla de la cúpula de árboles que no daban espacio a tus razones,
de los coros brillantes del apareamiento,
bajo lluvias nunca vistas en la región de Ática.

Cuenta amigo de la Pitia,
desertor del Olimpo y culpable como Sócrates,
de lo que viste allende al país de los Atlantes:

De ese sueño primitivo
en que tu toga viril, apenas desenvuelta,
sorteó peligros que mejoraron la suerte de tu pensamiento.

Di si es verdad que debiste renunciar a comodidades y privilegios,
a cambio de una claridad sólo vista en tiempos de Homero:
La mirada del artista ingenuo.

Habitante de los tiempos,
habla de lo que viste en la espesura del trópico,
y di si es cierto lo que cuenta la vestal que no deja ver tu cuerpo,
que no regresarás de ese sueño que te lleva más allá de las ruinas,
que te deja en una isla allende al país de los Atlantes,
que te pierde para siempre en la majestad de las florestas.