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Romance de la gota y la milpa.

Adolfo Cardenal.

I

Suavemente se desliza, camina lentamente…
en silencio, transparente y clara, es tan pura…
si hay un mejor lugar que aquel, no es actualmente
accesible, no hay igual… ella es tan pura, tan pura…

Sus  sentidos explotan al rozarle el cutis, es tan bella…
mientras en el tiempo paraliza hasta el más cruel dolor,
siente, está viva, camina lentamente y sin prisa alguna,
disfrutando del sonido, enamorándose de ella…

De pronto emerge desde el horizonte el final de la canción,
en un suspiro ella regresa a la realidad… ¡Maldita crueldad!
Ella quiere por un instante llorar, pero llorar es sólo una ilusión…

Abruptamente avanza, sin rencor a su amante, con obsesión…
obsesionada por la vida, por su piel, ve morir cualquier razón.
Deja de sentirla, mientras se arrastra suavemente al vacío…

II

Ella es alta, delgada y con brillos dorados, está vestida de esperanza;
baila graciosamente con la sinfonía del viento y las tormentas.
Solloza con el rugido del león del cielo, se asusta en las noches…
es testigo silenciosa de amores guerrilleros, para ella no hay reproches.

Ella es clara, es tan pura y tan pequeña… siempre quiso vivir.
Su vida es cruel, es tan sólo de instantes pequeños.
Su cuerpo es gracioso, redondo y con gritos desesperados de existir.
Ella cuando cae sólo pregunta y  deja de lado sus sueños…

Las dos son amantes profanas, sin sexo y sin maldad,
no hay para la vida, ninguna regla de moralidad,
cuando existe el amor, al que se le llama, amor de verdad.

Pero como todo en este mundo, es el resultado de pasar,
suspirando por la vida, navegando por el olvidado mar,
aquellas dos amantes herejes se han de separar…

III

Ella creció en soledad, en tristeza y melancolía.
Sin paráclito alguno, sin guía, nunca conoció el camino,
nunca tuvo necesidad de caminar mientras vivía
en la soledad de la milpa y su destino…

Nació siendo virgen, sin saber que debía ser perforada,
morirá dejando descendencia bendita, fruto de amor,
de pasión, de locura, maldita locura desenfrenada.
Es sabia, única, bella, está loca y a la vez cuerda.

Baila con el son del viento durante horas, baila.
Ríe con las cosquillas de las hormigas, ríe.
Sueña, con la luz de las estrellas, sueña…

Platica diario con la muerte, cuando pasa caminando,
se burla de la vida que se nos va acabando,
¿Qué sabe una milpa del hombre y de su mundo?

IV

La gota morirá al nada más tocar el suelo,
nunca será un cubito del más fino hielo.
La milpa es sabia, entendedora de la vida,
es un racimo de virtudes bien escondidas.

Las dos, se aman, cuando la gota muere,
se funde con la tierra, bañada de sangre,
baila, grita, se vuelve una llama de pasión,
para confabular el nacimiento inminente.

Una muere para que dé fruto la vida,
la otra morirá al transcurrir los días,
serán las dueñas de un milagro,

de su amor nacerá, de las montañas  la bendición,
surgirá de las hojas, un idilio de perfección,
la carne propia, de los hombres hechos de maíz.

V

Del amor nace la vida,
de la vida nace el consejo,
del consejo y la vida, nace la sabiduría,
la sabiduría con que mueren los abuelos del pueblo.

Los abuelos sabios del pueblo están hechos de maíz,
amasados por el corazón del cielo y su sabiduría,
dan consejos, con mazorcas en sus rostros,
viven como el viento de los días viendo el matiz.

Contemplan con sus ojos el tono del atardecer,
que se pinta de mazorca dorada, de mazorca soñada,
que los hace soñar y llegar una vez más a querer.

Todos los abuelos de mi pueblo, hijos de la milpa
y el romance de la gota, nacidos del maíz,
son pruebas del romance escondido… pero feliz.

Eleázar Adolfo Molina Muñoz