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***Judas El Zelote***

Son centurias con el dedo señalando,
son más de dos mil años soportando,
que mi nombre sea sinónimo de traición.

Y no faltan los que de generación en generación,
se trocan en jueces, jurado y fiscales…
Señalándome a mí para que no se noten sus faltas.

Si cada época pare sus propios inquisidores,
que son los detractores del evangelio…
Los cuales dicen ser garantes de algo que
ellos mismos han distorsionado.

Desde que me escogió el maestro sabía
de que yo estaba hecho…
Y yo sin dudarlo lo seguí porque veía en el
el espejo que reflejaba mis ambiciones.

Como ser humano lo admire…
Como hombre ante algo sagrado lo venere…
Y como pertrecho de batallas perdidas
lo seguí…

Puse mi fe en él y lo ame no sé si mas que los demás
pero con el corazón ardiendo ¡Lo ame!…
Aunque para muchos hoy solo sea ese eslabón perdido,
ese hombre despiadado y forajido hasta de su sombra.

Lo serví con devoción, lo veía con admiración,
fui testigo de milagros y prodigios que alentaban
mi fe y mi confianza de que él era el elegido.

Pero pasaban, los días, los meses y los años,
y él seguía ablando de amor mientras el opresor,
diezmaba nuestras esperanzas…

Yo esperaba que el empuñara la espada,
proclamando una rotunda victoria en una alborada
en la que todos celebráramos la victoria.

Como amigo más de alguna vez lo aconseje,
pero él se mostraba esquivo más comprensivo
porque me amaba.

Poco a poco se fue enroscando cual si fuera una serpiente
en mi cuello la rutina y un día por fin sofoco mi paciencia,
de estar esperando ese día que nunca llego…
Ese día en que lo veríamos a él proclamado rey
y nosotros a su lado reinando.

Pensando hacerlo reaccionar para que se manifestara
su poder lo empuje contra la pared…
Aquella última noche no fui digno de compartir con él,
el pan de su mesa y por eso a su señal me marche.

Recibí 30 monedas de plata que es el precio de un esclavo,
mas no fui movido por la ambición…
Porque yo manejaba sus finanzas, era su hombre de confianza
y aun que nuca tuvimos dinero en abundancia lo necesario
nunca nos falto.

Al verlo acorralado todos corrimos como pájaros heridos a su
escondite, yo observaba a la distancia esperando una manifestación
de su poder o que lo vinieran sus ángeles a socorrer…

Pero nunca llegaron, pero él como un cordero al matadero se entrego,
yo llore con amargura preguntándome una y otra vez como fui capaz
de hacer semejante locura…

Yo trate de rescatarlo de ese destino que el mismo erigió,
arroje las monedas y exigiendo su liberación…
Llore con la amargura este amor lúgubre,
pero ya nada podía hacer…

No pude soportar el peso de mi culpa…
No podía tolerar la tristeza y hiel de mi traición,
hoy soy la canción que nadie quiere cantar,
el nombre que nadie quiere pronunciar porque es sinónimo
de traición…

Sé que siempre seré juzgado por los hombres por mi último acto,
ignorando por completo mi trayectoria porque esa es su costumbre,
pero los caminos de Dios no son los nuestros…
Y esto lo aprendí y comprendí de la forma más triste y amarga que un
hombre puede soportar…

Oxwell L’bu