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El tránsito de fuego (fragmentos)

Eunice Odio

¿Cómo no amarte a ti, lámpara desgarrada,
devorada ráfaga, si estás ahora siendo mi criatura,
porque te están cercando mis palabras;
si soy tu criatura porque te entrego todo lo que eres (p. 89)

*** ***

Soy tú, aquél, nosotros
soy un pronombre desencadenado,
pluránimo,
desnudo;
soy una gran palabra múltiple,
a cuyo paso cede lo innombrable (p. 106).

*** ***

Si rebaños de silbos caminantes
tuercen mi aliento y doran sus señales,
si una onda de abejas recorre mis sentidos,
si respira mi espíritu,
si alumno de la llama.
clamo al viento y el viento me acompaña;
si me llamo a mí mismo y acudo entero,
móvil y conmovido a mi llamado,
no es que solloce,
-no piensen, no, que está llorando el hombre -;
es que mi voz me toca
con el candor primero de su boca (p. 111)

*** ***

Restituyamos, pues, al hombre,
la otra mitad arrebatada,
que sea un descendiente del amor
como lo es de la ira.
Pongamos en su boca el mediodía,
y sobre nuestros cuerpos levantemos
y gocemos al ángel (P. 114).

*** ***

¿De ti, que eres yo mismo? (… )
Después de mí:
cuando sea mi cabeza una raída flor desanimada,
en ti estarás guardando mi morada;
tu presencia sin término,
será presencia viva en que no acabo.
En ella me estaré sobreviviendo (pp. 119-120).

*** ***

Hazte de día, madre,
hazte de la materia que te aguarda,
búscala.
Vendrá un día en que pase tu párpado a otro párpado,
a otro cielo,
tu ojo a otra distancia iluminada;
y en tu cuerpo de allá hemos de vernos,
tomados de las manos y del alma. (p. 140)

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Yo, el pluránimo, el ido, el populoso,
no quiero ser seis hombres en pedazos,
sino yo mismo. Uno, intacto, siempre.
Extranjero nací desde mi tumba.
Soy el Otro. (p. 144)

*** ***

Una nueva palabra me aniquila,
otra palabra me desencadena,
otra me nace haciendo que me nazca;
alúmbrome de nuevo,
salgo,
me asomo al rostro mio sin tropiezo,
ando de un hueso a otro y no me pierdo (p. 150)

*** ***

Temió ser respirado y daba grandes voces:
Devuélveme a mí mismo,
devuélveme al lugar donde me hallaba.
¿Por qué me apartas del ánimo terrestre,
y me muestras la clara voluntad del espacio?
¿Qué tengo yo que hacer donde la luz
recibe su hermosura?
El aire fue confiado a la paloma
y no lo he codiciado (p. 161)