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Hace dos domingos acompañé a una de mis más queridas primas y a su familia al servicio religioso que se celebra todos los domingos en la sede de la Fraternidad Cristiana en ciudad San Cristóbal en Guatemala. No es la primera vez que lo hago y siempre que acompaño  a mis familiares lo hago con mucho respeto. Aunque no comparta sus puntos de vista, las alocuciones del pastor Jorge H. López me parecen amenas y admiro su capacidad de comunicación.  Visitar a la  “Mega Frater” me sirve también para observar a las clases medias que allí asisten y la ideología que en ese lugar reciben. En el camino de ida al templo de la Fraternidad Cristiana me puse  a conversar con mis parientes con respecto al proceso electoral. No fue una novedad la antipatía y encono  con el que hablaron  de la ex primera dama y ex prospecto de candidata presidencial.
Lo que llamó poderosamente mi atención fue escuchar acusaciones contra Sandra Torres en la cual la retrataban, además de corrupta y perversa en el poder, como asesina. Pregunté sobre esto y me mencionaron  dos casos, el de mi querido Hugo Arce y el de Rodrigo Rosemberg. Acusaciones bastante endebles hasta donde yo sé.  Les pregunté a la hora del almuerzo en La Antigua si sabían que similares o peores acusaciones  se le hacen al general Otto Pérez Molina. No estaban informados de esto último. Sus respuestas confirmaron lo que he pensado desde hace bastante tiempo: que los medios de comunicación, sobre todo si son monopolizados por un solo punto de vista, se convierten en formidables creadores de una verdad que en realidad no lo es. Como lo decía Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
En el extranjero circulan ampliamente las versiones que vinculan a Pérez Molina con la muerte y desaparición del comandante  guerrillero Efraín Bámaca, el caso del  asesinado juez Elías Ogalde, videos incriminatorios en donde el entonces capitán Pérez Molina aparece  en la región Ixil actuando como parte del genocidio. En términos generales, en el interior de Guatemala  los medios de comunicación no han hecho eco de tales acusaciones y el silencio  pareciera buscar no perjudicar al candidato en su camino a la presidencia de la república. Ahora mismo está circulando un video reproducido por youtube (http://www.youtube.com/watch?v=gdV1WJJEFHE) en donde en un programa de televisión estadounidense el escritor Francisco Goldman  acusa a Pérez Molina de haber tenido una participación sustancial en el asesinato de Monseñor Juan Gerardi. Particularmente  impactante resulta la frase con la cual Goldman termina la entrevista: “La inteligencia militar fue usada para luchar contra la guerrilla. Ahora con poder político se trataría de Crimen Organizado y eso es lo que quieren preservar. Y esa es la clase de poder político que Pérez Molina quiere legitimar”.

También me llama mucho la atención el clima de miedo que existe en Guatemala en las personas que están haciendo circular el video de la entrevista de Francisco Goldman. Los remitentes del video se preocupan por acompañar el envío con la siguiente leyenda: “Lo recibí sin solicitarlo y sin que el remitente sea uno de mis contactos.  Si es reenviado, por favor BORRARLE MIS DATOS.  Gracias”.  Otra de las personas que me envió el video de youtube me dijo “sólo se los estoy enviando a algunas personas”,  es decir a aquellas que son de su estricta confianza. Está circulando también un artículo en el que se destacan los crímenes imputados a Pérez Molina pero el autor no pone su nombre sino solamente la dirección de un blog (www.hunapu-e-ixbalanque.blogspot.com).

¿Estamos en las vísperas de un cuatrienio presidencial marcado por el miedo y la autocensura? ¿Acaso las credenciales y posibles antecedentes de Pérez Molina nos empiezan  a aterrorizar aun cuando todavía no es presidente?  Lo que hemos visto desde 1986 hasta la fecha han sido períodos presidenciales en los cuales columnistas se cebaron en el presidente de turno. Los medios de comunicación hicieron críticas implacables y magnificaron errores. Tales fueron los casos sobre todo de  Alfonso Portillo y Álvaro Colom. Buena parte de los otros presidentes gozaron de una crítica amable, silencios cómplices y una complacencia mediática.  Justo es decir  que esto fue acompañado de algunas voces críticas en esos mismos  medios de comunicación.

Si el resultado electoral es el que  casi todo el mundo tiene previsto, sería terrible volver a la época de las dictaduras unipersonales de Estrada Cabrera y Ubico o de las dictaduras militares: prensa complaciente y voces críticas que se autocensuran.

Ojalá esto no sea así.

Carlos Figueroa Ibarra
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