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Pensar y actuar con criticidad

Sobre el arma de la crítica y la crítica de las armas.

Mario Roberto Morales

En la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, del volumen La sagrada familia, Marx dice que “La crítica no arranca de las cadenas las flores imaginarias para que el hombre soporte las sombrías y escuetas cadenas, sino para que se las sacuda y puedan brotar las flores vivas”.

En otras palabras, el pensamiento crítico o la crítica —la cual José Martí definió como “el ejercicio del criterio”— no pretende borrar las ilusiones que nos hacemos ni las mentiras que nos decimos para justificar la vana decoración de “flores imaginarias” con que adornamos las cadenas que nos oprimen cuando somos esclavos de lo que producimos (las mercancías) y de lo que imaginamos (los dioses). Lo que sí pretende es forjar una conciencia libre y creativa para que seamos capaces de sacudirnos esas cadenas pensando y actuando críticamente, es decir, con criterio propio.

Dice Marx que “Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de la armas, que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ad hominem [a la persona], y esto lo logra cuando se hace radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo”.

O sea que la crítica teórica no sustituye a la praxis política revolucionaria (“la crítica de las armas”) porque lo concreto se cambia sólo con medidas concretas. Pero la teoría se vuelve concreta y transformadora cuando prende en la conciencia de las masas y éstas se movilizan para realizar cambios políticos y económicos concretos (con armas o sin ellas). Sin embargo, apunta Marx, hay una condición para que la teoría prenda en las masas, y es la de que debe argumentar y demostrar ad hominem —a la persona concreta y no a un individuo abstracto o idealizado— la veracidad de sus planteos. Esto lo logra mediante “el análisis concreto de la situación concreta” —que fue como Lenin definió en pocas palabras al marxismo—, a fin de transformar esa situación concreta mediante la acción concreta de individuos concretos. Para ser capaz de argumentar y demostrar ad hominem, la teoría debe ser radical o capaz de vincular su veracidad con el interés de la persona concreta, y esto lo logra yendo a la raíz causal de los problemas. Porque la palabra radical viene del latín radix, que significa raíz. No es sinónimo de extremista sino —como dice el DLE— de “relativo a la raíz”. Y como “la raíz, para el hombre, es el hombre mismo”, esto explica por qué la radicalidad debe ocuparse de argumentar ad hominem o para la persona concreta, en favor de la persona concreta y con el fin de que ésta alcance su liberación de las cadenas que la hacen miserable.

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La teoría, pues, se torna práctica efectiva cuando es crítica y radical, no cuando especula y propone idealidades (“flores imaginarias”) sin un “análisis concreto de la situación concreta”. Por todo, el pensamiento crítico es urgente hoy, cuando el intelicidio mediático nos anula la capacidad de análisis para que seamos buenos consumidores. Ser críticos y radicales es por tanto la condición obligada para protagonizar con efectividad los cambios políticos. A no ser que queramos ser parte de una ignara masa de gentiles “rebeldes” que agitan flores coloridas y entrechocan entusiastas sus refulgentes cadenas.

Mario Roberto Morales
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