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Maraton 300x200 “Una Maratón entre el Montón”

Una Maratón entre el Montón

En los últimos años de mi infancia viendo a unos hombres correr  al borde del colapso, me pregunte: ¿Qué les motiva? ¿Qué mueve a un ser humano extenuado a dar el siguiente paso? Y aquellas preguntas quedaron revoloteando en mi mente por muchos años…

Durante mis años de adolescencia me vi prácticamente forzado a escoger un deporte, dado que parte del currículo del instituto era el desenvolverse en un deporte, pero los deportes más populares estaban abarrotados y mis posibilidades de participar en forma activa  y no ser parte de la banca eran casi nulas, dado mi poco porte y condiciones atléticas, por lo que escogí el atletismo mas por cumplir que por el gusto, mas al poco tiempo me empezó a entusiasmar, el ser velocista y entrenaba con ahincó todos los días en la pista del estadio Mateo Flores(Primer campeón latinoamericano de una de las maratones más duras del mundo, la deBoston), hasta que un día uno de mis entrenadores me confronto con la realidad, no tenía  el  porte de aquellos corredores que  una sola de sus zancadas eran más de dos de las mías; al notar mi entrenador mi decepción, me motivo para que buscara otras opciones y así me puse a correr carreras cortas de 5 y 10 kilómetros con la idea de un día correr una maratón.

¡El tiempo gano la carrera, como siempre ¡y si que han trascurridos los años desde aquellos días en que me lo propuse, a mis cuarentaitantos  cuando uno sabe que empieza “La cuenta Regresiva” y se empiezan a sacar cosas del equipaje para aprovechar lo mejor de este viaje, me volví a plantear la posibilidad de correr una maratón.  Mi entrenamiento empezó en pleno invierno con las calles cubiertas de nieve y un frio que congelaba hasta los huesos, pero no era el único y aquello le ponía lumbre a mis ganas en medio de arboles desnudos que se mecían al compas del viento; luego vino la primavera con sus lluvias intermitentes y los tulipanes cantando de alegría… Poco a poco todo se empezó a revestir de verde y con ropa más ligera seguí corriendo  en pleno verano sintiendo en eses mismas calles el calor extenuante que traspasa la suela de los tenis.  Aquello  era una experiencia más que gratificante, sentir la briza del viento que te besa el rostro, ver como el césped se tiende como si fuera una inmensa alfombra que te invita a tenderte en ella, después de correr con alguna piedrecita en el zapato, para contemplar la belleza del cielo azul y ver como Dios dibuja con un dedo en las nubes caprichosas.

Así entrenando se nos llego el día a mas de 40 mil participantes  de diferentes nacionalidades en la 33 edición de la Bank of America Chicago Marathon y el 10-10-10  en la que participaron un grupo de chapines, se nos dio el momento de salida, en una mañana templada que luego recrudeció con temperaturas de verano en pleno otoño…Unos pocos corrían para ganar, después estábamos el resto el montón, para los que la maratón duro en algunos casos el doble o el triple en cuanto a tiempo de lo que estos atletas admirables, llamados elites, suelen correr los 42 kilómetros. Nosotros el “Montón” nos perdimos de ver ese duelo de estos atletas por ganar, pero a cambio tenemos experiencias que ni el tiempo podrá borrar.  El ver a las calles vestidas de fiesta, cada barrio con sus características tan particulares, al norte las comunidades de ascendencia europea con sus porristas con bigote, y su música rock, sin faltar la comunidad centroamericana con sus dichos tan particulares “pura vida hermano”, “Arriba Guate”…Luego pasar por el barrio italiano, con sus aromas a pastas y piza, qué decir del barrio latino en el corazón de Chicago, con su música alegre, salsa, merengue, mariachis y esa sorpresa de escuchar a los brasileños tocando samba y bailando para alentar a los corredores.  Ya eran casi 30 kilómetros a algunos las piernas ya no les daban para mas, otros con dolencias de rodillas, de espalda en fin, mas aun así cada uno con su propia lucha y dolor alentando al que venía a la par o al que se empezaba a quedar, no viéndolo como un competidor/a, si no como a un compañero/a.  Luego pasamos por China Town, las diferentes comunidades asiáticas alentándonos, con sus disfraces de dragones y música…

Casi al final cada kilometro se hacía más largo, poco importaba el tiempo, lo importante era cruzar  la meta, sabíamos que éramos del “Montón” de los que no corren por premios, ni preseas si no por pura satisfacción personal.  El ultimo kilometro tanto para mí como para otros quizás ha sido el kilometro más largo de nuestras vidas, pero también el más satisfactorio, pues nos permitía llegar, a conquistar nuestras propias limitaciones, para abrazarnos a una meta.  Al cruzar la línea final, no puede menos que dar gracias a Dios por darme vida y salud para lograrlo.  El dolor de piernas poco a poco va pasando y sé que pronto lo olvidare, más esa experiencia enriquecedora, ya es parte de mi historia personal y la satisfacción  es algo que por siempre alegrara mi corazón, hoy viene a mí, esa frase que más de una vez escuche: “Nunca, nunca los de adelante van tan lejos, si los de atrás corren bien” y yo agregaría: es que son los que más se divierten y comparten.

Oxwell L’bu

Foto: Internet