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Blanco polarizado

Javier Payeras

En la esquina aguarda un carro blanco con un polarizado espesamente oscuro. No se observa movimiento en su interior, pero la ventana del piloto está levemente abajo, alguien dentro tiene que respirar. Me acerco y trato de observar qué tan oscuras son sus ventanas, y compruebo que son tan oscuras como un lago de petróleo. Mejor seguir caminando.

No he avanzado dos cuadras, estoy buscando mis audífonos en la bolsa del saco. En un par de minutos unas llantas rechinan, suenan disparos rápidos y continuos. La gente de la calle se distorsiona, se sienten atraídos por la balacera, corren hacia ella. Volteo y compruebo que el carro blanco avanza por la calle lentamente y se pone a la par mía. Alguien baja el vidrio a la mitad y logro ver los ojos del copiloto. Dejalo hombre le dicen. Shó, contesta. El vidrio se baja completamente y veo el rostro de un adolescente que saca el brazo y me apunta con una pistola. Me detengo a verlo y, para ser sincero, ni siquiera estoy nervioso, va a disparar, ¿cuál es el problema?, aquí todo el mundo lo hace, me sonrío. Él no parpadea y yo no bajo la mirada, ni siquiera veo el arma con que me está apuntando. Entonces el carro blanco comienza a avanzar y el sicario me hace una seña con el dedo de en medio, aceleran y se pierden. Yo sigo buscando los audífonos y caminando hacia mi trabajo. Busco un chiclero para comprar unos cigarros -Hubo balacera otra vez, me comenta sin mayor dramatismo y le respondo que sí con un movimiento de cabeza.

Fuente: [http://soledadbrother.blogspot.mx]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Javier Payeras
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