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Paco, un poeta

Luis Aceituno

Francisco Morales Santos es uno de los poetas guatemaltecos que puede enorgullecerse de haberle prestado grandes servicios a la patria. No solo desde su propio oficio de escritor, sino también en la administración pública, como director de la editorial Cultura, una institución que ha sostenido contra viento y marea la cultura letrada en el país. Desde que tengo memoria, Paco ha sido un elemento clave para la difusión de las letras nacionales, dentro y fuera de las fronteras, por medio de revistas, periódicos, antologías, escritos, conferencias que han enaltecido el nombre de Guatemala mediante sus creadores y de su corpus literario. Esta labor encomiable la ha realizado casi como un apostolado, con recursos nimios y sacrificando a veces su propia economía familiar.

Pero, sobre todo, Paco es uno de los grandes poetas vivos nacionales, una de esas voces por las que la palabra patria guarda aún algún significado, que ha escarbado en la profundidad de nuestras raíces para darnos una imagen de lo que somos, de la tierra en la que todos nos reconocemos más allá de las diferencias que por siglos nos han enfrentado. Nacido de una familia campesina del departamento de Sacatepéquez en 1940, aún bajo la dictadura de Ubico, Paco vivió en carne propia un sistema de injusticia y desigualdades que lo llevaron desde muy joven (empezó a escribir a los 17 años) a rescatar el sustrato poético de los más desfavorecidos. Junto a nombres esenciales de nuestra literatura como Luis Alfredo Arango, Antonio Brañas, Roberto Obregón, Julio Fausto Aguilera, José Luis Villatoro, Delia Quiñónez, con quienes formaría hace 50 años el grupo Nuevo Signo, indagó en lo más hondo de la esencia nacional y dignificó, por medio de la palabra, a esa Guatemala que yacía soterrada por todo tipo de barbaridades. Su preocupación por la infancia y el futuro –compartida con Luis de Lión, otro de sus grandes compañeros de la vida y de las letras-, lo ha llevado también a escribir libros infantiles, como el imprescindible Ajonjolí, que ha acercado a miles de niños a la belleza de la palabra en tiempos de fealdad y de absoluta degradación lingüística.

Yo era bastante joven, cuando encontré en la librería La Mariposa, el paraíso de los escueleros antigüeños en los años setenta, dos libros que por alguna razón me llamaron la atención y se me quedaron en la memoria: Su segunda muerte de Luis de Lión y Escrito sobre olivos de Francisco. En La Mariposa no se vendían libros, sino más bien lápices y sacapuntas, pero supongo que la tenacidad de Paco había logrado colocar esos volúmenes al lado de María de Jorge Isaac y La Mansión del Pájaro Serpiente de Virgilio Rodríguez Macal, lecturas obligatorias en la secundaria. Algunos años después Paco y yo nos volvimos amigos y nos descubrimos demasiadas cosas en común, comenzando por los recuerdos de aquella Antigua Guatemala que había marcado tanto nuestras pasiones de adolescencia.

Hace algunas semanas supe que Francisco está enfermo y que además sufre el desamparo al que este país condena a sus mejores voces. Ha visitado clínicas y hospitales públicos y de la seguridad social, en donde no pueden atenderlo por falta de insumos y de espacio. Él no puede costearse un tratamiento especializado, porque a pesar de haber obtenido el Premio Nacional de Literatura y haber dedicado su vida a divulgar y enaltecer las letras patrias, solo es un poeta que vive de su trabajo como editor. Por lo pronto, tiene que someterse a una intervención quirúrgica y, ante esta situación, artistas, amigos y familiares solicitan un apoyo para cubrir los gastos médicos. Los donativos pueden hacerse en Banrural, en la cuenta monetaria 3005-0498-38 a nombre de Francisco Morales Santos.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/lacolumna/2018/05/15/paco-un-poeta/]

 

Luis Aceituno
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