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“La Quema de Judas”
(Tradiciones de Guatemala)

Su nombre es sinónimo
de traición así lo asume generación tras generación, que sin mala
intención sigue perpetuándolo como un chivo expiatorio a los males de cada
época, que a tiempo y  destiempo busca
como expiar sus propias culpas…

 

Con un par de semanas de antelación, los patojos le
bajaban el pantalón al abuelo, la camisa al papa, las medias de la mama y
alguno que otro trapito de la vecina que tras ponerlos a secar al sol, luego ya
no los encontraba…Cual si fueran cómplices de una travesura, empezaban la
aventura de esa caricatura de hombre, que armaban con trapos ajenos que rellenaban  con la paja de un colchón viejo y con periódicos amarillentos por el tiempo.

Una vez armado el Judas, los patojos empezaban la encomienda de ir de
calle en calle, pidiendo pisto (dinero) en una alcancía que improvisaban con un
bote, al que iban agitando, cual si fuera un chinchín, para hacer ruido y
anunciar la presencia del nuevo vecino del barrio, ya que desde ese día lo
sacaban a asolearse a diario, luego lo amaraban a algún poste, para dejarlo
visible a todos los vecinos, con un rotulo, con una leyenda picaresca, que
hacía alusión a algún viejo cabron del barrio.
Para los patojos aquello era más que una tradición,
era una verdadera celebración, que les permitía compartir y dejar relucir una
amistad que  poco a poco se enraizaba en
cada uno de ellos.  Llegada la Semana
Santa y las respectivas vacaciones, los patojos tenían más tiempo para juntarse
en la esquina de la cuadra e ir algunas veces a regañadientes a las actividades
de la iglesia, pero eso si las procesiones les gustaban; esa sensación al ver
al nazareno en su paso por las calles, en medio de nubes de incienso, pasando
sobre las hermosas alfombres y ese aroma a corozo, que es el aroma de la Semana
Santa en Guatemala, así como los sabores que la acompañan, como los molletes,
los buñuelos, el curtido, el pescado a la vizcaína, en fin… El mentado
testamento de Judas, era redactado durante esta semana, en una reunión que los
patojos pactaban en los campos de futbol o donde no hubieran testigos, ya que
allí se discutiríasa quienes el testamento haría alusión, que por lo regular
eran los vecinos mas antipáticos o situaciones ocurridas en el barrio.
El sábado era el día en que los patojos desde
tempranas horas sacaban al Judas a su ultimo paseo, luego se reunían en la
esquina de la cuadra, tantos los patojos como los adultos, para leer el
testamento de Judas
en el cual se aludía a las personas antipáticas de las
cuadra o se destacaba algún hecho con esa jocosidad del humor  chapín. Llegando el medio día, luego del
protocolo respectivo, se le prendía fuego al Judas, quemando cohetillos y
compartiendo aguas gaseosas y golosinas fruto de la colecta.  Pero los patojos no eran los únicos que
tenían su sorpresa, ya que algunos de los papas sacaban su chicotes y allí se
veían corriendo tras los patojos, ya que por costumbre se decía que aun que
hicieran malcriadeces los patojos, no se les podía castigar durante los días
santos, se debía esperar al sábado de la quema, que era llamado, el sábado de
gloria.

Como todo en la vida, las costumbres y tradiciones
sufren cambios con el paso del tiempo, cada generación la va enriqueciendo, agregando
o quitando elementos, pero la escancia suele mantenerse y conservarse.  Los juguetes con que juegan las nuevas generaciones, no son los mismos, que aquellos con los que se jugaba hacen 20
años, pero en esencia buscan lo mismo, el magnificar la imaginación y la
diversión por medio del juego.

Oxwell L’bu

Foto:Miguel A. Berriondo