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La destrucción de Quetzaltenango (VIII parte)

Es obvio que la destrucción de la ciudad no es exclusivamente responsabilidad de las autoridades.

Irmalicia Velásquez Nimatuj

¿En qué ciudad deseamos convertir a Quetzaltenango? es la pregunta que los residentes de esta metrópoli debemos respondernos de manera individual y colectiva, de manera honesta y franca porque esto implica asumir lo que podemos hacer y lo que estamos dispuestos a aportar. ¿Deseamos que continúe este deterioro que ha sido imparable en la última década o deseamos detenerlo?

Es obvio que la destrucción de la ciudad no es exclusivamente responsabilidad de las autoridades. Es también responsabilidad de todos quienes han fomentado y tolerado el soborno desde Cocodes hasta los vecinos que corrompen para obtener desde un simple trámite hasta una licencia de construcción.

El desorden es también responsabilidad de las y los vecinos que se niegan a denunciar –por poner un ejemplo– la apertura de cantinas y prostíbulos ilegales en casi todas las esquinas de los barrios y zonas de la ciudad, a la incapacidad de organizarse, a la mezquindad de negarse a dedicar tiempo para acudir a las instancias que corresponden y sentar denuncias colectivas que promuevan la buena vecindad y el bien común. Pero también es responsabilidad de las cabezas de las universidades, escuelas primarias e institutos que observan con naturalidad que frente a estas instituciones se fomenta la venta de bebidas alcohólicas y de drogas sin inmutarse, y aceptando que las y los estudiantes asistan a clases alcoholizados. Esa pasividad de los vecinos, directores, maestros y hasta de los líderes de las múltiples iglesias solo abonan a que nadie demande que tanto las autoridades de Gobernación como de la Municipalidad cumplan las funciones para las que fueron nombrados o electos.

¿Y por qué quienes están en la Municipalidad como en la Gobernación no hacen cumplir la ley sí para eso fueron designados? En parte, no cumplen, porque ellos y ellas son parte del problema, han llegado a esos espacios no para servir a su comunidad y dejar un legado sino para dedicarse desde allí a sus negocios personales y salir con el futuro de ellos y de sus próximas generaciones garantizado pero no con base a un trabajo digno y honrado sino contribuyendo a la destrucción de su propia casa que es también su ciudad.

Fuente: [www.elperiodico.com,gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj