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La Academia y el Manco de Lepanto

Sobre normas, usos y abusos de nuestra vivaracha lengua.

Mario Roberto Morales

La semana pasada asistí al XV Congreso de Academias de la Lengua Española, auspiciado por la Academia Mexicana. En este congreso se tomaron importantes decisiones, como por ejemplo la de no usar más la abreviatura DRAE para referirse al Diccionario de la Lengua, pues ésta no alude a la naturaleza lingüística del libro, sino al hecho de que se trata de una publicación de la Real Academia, así es que la nueva abreviatura para referirse al Diccionario será ahora la de DLE y no la de DRAE. Conviene a todo tipo de comunicadores tomar nota de esta disposición.

Entre las actividades de la RAE en cuanto a la intercomunicación por redes, está la de habilitar un mecanismo de consulta sobre vocablos y usos del idioma en la plataforma Tuíter, con respuestas limitadas al número de caracteres permitido por este medio de intercambio de oraciones breves. Permanecerá abierto, por supuesto, el mecanismo existente para explicaciones más extendidas y razonadas, el cual seguirá siendo utilizado por usuarios con una más amplia cultura letrada que la que suele tener la mayoría de tuiteros. Se pretende con todo, entre otras cosas, combatir los vergonzosos y extendidos usos incorrectos del idioma en los medios masivos y las escuelas, a propósito de lo cual también surgió la moción de que los gobiernos de los países de habla hispana autoricen a sus respectivas Academias de la Lengua para intervenir en la corrección de ciertos lamentables libros de texto. Y, en corrillos, algunos volvimos a hablar de la necesidad de influir en los periodistas, ante las sonoras incorrecciones en las que éstos incurren tan a menudo, como por ejemplo —en nuestro medio— con el reiterado uso del dequeísmo y el queísmo, así como de frases (mal) hechas, tales como “aplican restricciones” o “el evento inició a desarrollarse”, entre otras. Claro que tampoco se trata de adoptar acartonamientos solemnes. Esto ya lo advertía el punzante sentido del humor de Marco Augusto Quiroa, quien solía citar a Cervantes exclamando: “Como decía Don Miguel de Una Mano, alias El Manco de Lepanto”, para luego espetar la cita cervantina con absoluta propiedad letrada y sin fallidas afectaciones pomposas.

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Se suele percibir a las Academias de la Lengua como instituciones restringidas a un conservacionismo estático del idioma. Y nada más alejado de la verdad. Una de las razones de esta falsa percepción quizá sea el lema según el cual la Academia “limpia, fija y da esplendor” a la lengua, ya que este aserto se suele interpretar como una tarea meramente cosmética y no como un trabajo estructural sobre el uso del idioma, sobre su sintaxis, su léxico y su universo fonológico. La Academia limpia la lengua de contaminaciones que atentan contra su estructura, no contra los aportes recibidos de otros idiomas. Fija estructuralmente el uso correcto de la lengua como un referente para que los escritores conserven y desarrollen el esplendor de un idioma que ha parido obras literarias imperecederas que van desde El Quijote hasta Rayuela, pasando por Al filo del agua y El Señor Presidente, entre muchas otras. Y a propósito de presidentes, no pude evitar contarles a ciertos colegas que nuestro nuevo gobernante había revolucionado la lengua de Cervantes al revelar que si se conjuga el verbo estar en tiempo pasado, lo que resulta es el vocablo estará. Olvidé, eso sí, proponer otro congreso para estudiar esta insólita cuanto pasmosa revolución lingüística.

Mario Roberto Morales
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