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John Berger: un agudo retratista del imperfecto arte de mirar

El escritor británico supo brillar tanto en la crítica como en la narrativa construyendo su refugio entre el arte, la política y la literatura

Daniel Gigena

John Berger había cumplido 90 años el 5 de noviembre pasado. Ayer murió en Francia, donde vivía -últimamente, en las afueras de París- desde los años 60. No trascendieron las causas, pero en el último tiempo el escritor se mostraba físicamente vencido por los dolores que le recordaban el paso del tiempo sobre su espalda.

Novelista, crítico, pintor y poeta, el británico fue autor de varios libros fundamentales sobre nuevas maneras de mirar el arte, pensar la literatura e intervenir en política. Modos de ver (1972), Mirar (1980), Páginas de la herida (1994) y Con la esperanza entre los dientes (2007) son algunos de esos títulos, suerte de campos de prueba textuales, donde coexistían la agudeza, la sensibilidad y una curiosidad que se asemejaba al amor por todas las creaciones humanas. «Me vuelvo consciente de que hay algo que necesita ser dicho -decía en una entrevista con Juan Cruz publicada hace poco más de un mes en LA NACION-. Puede ser algo grande sobre el mundo o algo sobre el aspecto de una flor en un jarro, por alguna razón o por otra. A veces me digo: «Quizá lo diga otro». Y a veces la respuesta es: «No, si no lo dices no será dicho». Y entonces tengo que escribir.» Esa urgencia se manifiesta de manera sutil en sus textos, que fueron más de treinta, algunos de ellos en colaboración. Todos parecen rozar la imperfección de manera deliberada, como si ése fuera el atributo que mejor pudiera designar el oficio de vivir y de escribir.

En 1942, Berger había ingresado en la Escuela Central de Bellas Artes para convertirse en pintor, pero pronto fue convocado para luchar en la Segunda Guerra Mundial. Una vez concluida, trabajó como profesor de dibujo en Chelsea. Pintaba y se ganaba la vida con encargos editoriales e ilustraciones para revistas. Aceptó una columna semanal de crítica de arte en el New Statesman y el Tribune, editado nada menos que por George Orwell, cuya influencia ideológica y literaria se advierte en toda su obra. Así fue como asumió una intensa actividad política por varios años.

Aunque nunca se afilió al Partido Comunista y denunció los estragos del estalinismo, fue considerado marxista por los cazadores de conciencia británicos. Lo era. En 1960 abandonó Inglaterra e inició una trayectoria nómade por Francia, Suiza e Italia. En 1972, Berger obtuvo el prestigioso Booker Prize por su novela G. Donó la mitad del premio a los Panteras Negras, cuya perspectiva socialista y libertaria apoyaba abiertamente. El resto lo utilizó para escribir Un séptimo hombre (1975),sobre los trabajadores migrantes en su país, en colaboración con el fotógrafo Jean Mohr.

Mientras vivió en la región francesa de la Alta Saboya, compuso su trilogía novelística De sus fatigas, que integran Puerca tierra (1979), Una vez en Europa (1987) y Lila y Flag (1990). El trabajo, la ternura y el significado de las costumbres en la vida de los hombres siempre le interesaron, más allá de las modas literarias. «La literatura se ha elevado a sí misma al rango de arte puro. O eso se supone. La verdad es que la mayor parte de la literatura, ya esté dirigida a un público de elite o a las masas, ha degenerado en pura diversión», escribió en el epílogo de Puerca tierra. De su paso por Suiza quedan las colaboraciones que hizo para los guiones de cuatro films del director Alain Tanner.

El trabajo, la ternura y el significado de las costumbres en la vida de los hombres siempre le interesaron, más allá de las modas literarias.

El espíritu creativo

En su primer libro, de 1958, Un pintor de hoy -editado en la Argentina por Alfaguara-, Berger aborda la relación entre arte y política a través de las reflexiones del protagonista, el pintor Janos Lavin. Conformada por diarios del personaje que un amigo encuentra tras la desaparición del artista, la novela le sirve a Berger para abordar las tensiones entre arte y capitalismo. «Cuanto más destruya y corrompa la sociedad burguesa el espíritu creativo del pueblo, más rara será la experiencia de la creación imaginativa, hasta que el pueblo termine por creer que la creatividad se funda en un secreto mágico. La consecuencia directa de esto es que se empieza a buscar ese secreto en la vida privada del artista; una búsqueda abocada al fracaso, pues de hecho «el secreto» es de una sencillez colosal», escribió.

El sello Interzona anuncia para este año la publicación de Confabulaciones, un conjunto de ensayos sobre el poder del lenguaje, reflexiones sobre Albert Camus, la globalización y apuntes autobiográficos que refieren al sentimiento de orfandad que Berger, pese a que sus padres vivían, tuvo desde la infancia.

Las reflexiones del escritor sobre la dimensión de la creación artística en las actividades humanas son de una belleza y un misterio enormes. «La visibilidad es una forma de crecimiento», escribió en uno de los ensayos de El sentido de la vista. «Hace veinte años que empecé a leerlo y nunca dejé de seguirlo -dijo a LA NACION Florencia Abbate-. Fue siempre para mí un escritor muy íntimo y adorado, uno de esos extraños autores que se hacen realmente querer. Singular como pocas, su obra no se ajusta a ningún género, por eso quizá la forma más apta para él haya sido el ensayo, una forma que no se deja definir del todo.»

Ángela Pradelli fue amiga de Berger por años. Lo visitó en Quincy, el pueblo rural de Francia donde el escritor vivió hasta la muerte de su mujer. Rondó para Beverly (2015), en colaboración con su hijo Yves, abordó la experiencia de ese duelo. «Es tristísimo que se haya muerto John Berger, esa tristeza en la que nos hundimos cuando se va un maestro -dice la autora-. Hay personas que mueren y arrastran un mundo. Berger sostenía un universo delicado, había descubierto cómo la tierra y las palabras están unidas y ésa fue la materia de sus libros. Tal vez hoy se clausure ese mundo en el que los campesinos escriben con sus manos endurecidas por las herramientas con que trabajan la tierra. Hoy duelen más sus Páginas de la herida

Recientemente, Berger fue homenajeado en su país con la publicación de Landscapes: John Berger on Art y Portraits: John Berger on Artists, que reúne perfiles de Henry Moore, Pablo Picasso, Jackson Pollock. Se estrenó, además, The Season in Quincy: Four Portraits of John Berger, serie de cuatro capítulos, uno dirigido por la actriz Tilda Swinton, donde lo considera un mentor artístico y una amada figura paterna. En el ensayo «Doce tesis sobre la economía de los muertos», Berger escribió: «¿Cuál es la relación de los muertos con lo que todavía no ha sucedido, con el futuro? Todo el futuro es la construcción en la que trabaja su imaginación». Desde ayer, la imaginación que la obra de Berger atesora trabaja para ese futuro.

«Me vuelvo consciente de que hay algo que necesita ser dicho -decía en una entrevista con Juan Cruz publicada hace poco más de un mes en LA NACION-. Puede ser algo grande sobre el mundo o algo sobre el aspecto de una flor en un jarro, por alguna razón o por otra. A veces me digo: «Quizá lo diga otro». Y a veces la respuesta es: «No, si no lo dices no será dicho». Y entonces tengo que escribir.»

Fuente: [http://www.lanacion.com.ar/1972504-john-berger-un-agudo-retratista-del-imperfecto-arte-de-mirar]