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¿Hacia el abismo?

A escala global nos estamos devorando el planeta.

Marcela Gereda

Menudo comienzo de 2018: según datos de la CEPAL somos uno de los países con más alto índice de pobreza (solo Honduras nos supera) y más alto índice de natalidad, crisis política, descontento generalizado, el pacto de corruptos parece incesante y en todo ello un planeta que parece ir hacia el abismo entre la avaricia, la negligencia y la estupidez humana.

Un informe de las Naciones Unidas reveló que la población mundial supera los 7 mil 200 millones y pasará a 9 mil 600 millones en el 2050, un crecimiento de 33 por ciento. Guatemala según estimaciones, al 2014 contaba con una población de 15.9 millones y para el 2050 se proyecta alcance los 26.1 millones de personas, un crecimiento del 64 por ciento. Crecemos pues a un ritmo mayor que el de la población mundial

Con sus sombras y sus luces. Con sus heridas y sus contradicciones comienza el  2018 con retos en todas las dimensiones de la vida colectiva: en lo económico, en lo político, en la imprescindible necesidad de organizarnos como sociedad civil, y también en lo demográfico.

En América Latina y el Caribe la juventud representa el 40 por ciento de la población. El desempleo entre los jóvenes es el doble de la tasa para la población mundial. Niños de doce años reclutados por  el crimen organizado. Madres de nueve años abusadas sexualmente y sin nada qué ofrecer a sus hijos. El homicidio es la primera causa de muerte juvenil entre los hombres de América Latina. Y en un país como el nuestro el escenario se vuelve más sombrío por la reciente historia de guerra, y un Estado cooptado por cínicos y corruptos.

Según diversas proyecciones en poco más de cincuenta años, el número de habitantes de la Tierra se ha multiplicado por 3.5. Por primera vez en la historia, los campesinos son los menos. Y los habitantes de grandes ciudades somos los más.

Vivimos en un tiempo que centrifuga. Un mundo que no para, gira sin esperar a nada ni a nadie. Y es en ese mundo donde se nos exige ser consumidores adormecidos, porque quien no lo hace no está dentro del juego, no parece haber un plan para dejarnos de devorar los recursos del planeta.

El informe llamado “Siete mil millones de personas, su mundo, sus posibilidades” indicó que las inequidades globales en el acceso a la riqueza provocan un definitivo aumento en la población.

En la actualidad China, Egipto, Etiopía, Finlandia, India, México, Mozambique, Nigeria y la ex república yugoslava de Macedonia siguen enfrentando diversos problemas demográficos.

Para que siete mil millones de personas consuman tanto como un europeo medio se necesitarían los recursos de dos planetas Tierra. Y para que consumieran como un estadounidense medio, tres planetas.

Si la tendencia humana es la de migrar hacia las grandes ciudades y el abandono definitivo de la tierra, debiéramos entonces plantearnos un modelo de desarrollo que no ponga en venta brazos, suelo, recursos y espíritus.

¿Por qué seguimos reproduciendo este modelo de desarrollo anticonstitucional, antitético, antihumano y antinaturaleza?

Esta actual forma capitalista (y corrupta) de organizar la vida es “un viaje con más náufragos que navegantes”.

El mundo crece desbocadamente y la sociedad global solo persigue un modelo:  convertir a cada nuevo ser humano en un consumidor. El consumo como forma de asumir el mundo es dramáticamente peligroso porque convierte a cada nuevo ser humano en un parásito de los recursos del planeta.

A escala global nos estamos devorando el planeta. Y a escala local, aquí los corruptos nos están devorando a nosotros, están saqueando los recursos y cooptando instituciones y espacios públicos. Como dice Manolo Vela en su reciente análisis, lo que vivimos hoy los guatemaltecos es una “dictadura de mafias”.  Suscribo con Manolo:  “hemos entrado al momento decisivo. Y estamos solos, nos tenemos a nosotros mismos, los guatemaltecos que todavía soñamos con que se puede construir un país mejor. Los guatemaltecos que no somos corruptos; que vivimos felices con lo que nos ganamos honradamente con nuestro trabajo. Que no nos dividan, que no nos debiliten, porque nosotros, los que no tenemos nada ni los canales de televisión ni netcenters ni el poder de las instituciones ni dinero ni las policías ni asesores extranjeros en comunicación política, somos más poderosos que todos ellos, los mafiosos”. Nos necesitamos unos a otros para frenar esta caída hacia abismo.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/01/22/hacia-el-abismo/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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