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Guatemala y sus díscolos

Danilo Santos

Aunque no lo parezca, eso de ser díscolo es más difícil cada día, los avezados en el apaciguamiento hacen de cada lamento un retruécano que muestra a los salmones como ejemplo de ruina moral mientras los ternascos protagonizan ya la concelebrada misa del orden; aprendidos los trucos del oficio enseñan con su ejemplo a no dejar morir el tiempo, a no dejar que nazca otro jinete a contrapelo y a disfrutar las venideras convulsiones.

El verde echa humo mientras en la plaza no arde ya nada y las tuzas que se han quemado se extinguen sin vientos del norte que las “aviven”. Nos van quedando candilejas o luces que no alumbran, silencio o murmullos que la verdad traslumbran, lo que sea, pero aquí estamos mientras continúe la función, aplaudiendo o encarnando en escena a un testarudo mirmidón, que lucha y se afana por un mendrugo en esta loca guerra troyana, para que la muerte se apiade y nos de su perdón.

Mañana siempre es ese placebo con el que nos engañan sin dejar hoy, nutrirte, brillar y saberte hermosa en toda tu complejidad; hoy, si hoy, están pasando cosas que quizá mañana te limpien un poco el rostro, te sequen las lágrimas y te sirva para levantar tu torso moreno; regalas rosas a pesar de todo, nos arrancas el llanto, nos educas, tanto que somos capaces de pararnos a la par sin que nuestros filosos codos nos lastimen; los aprendices de díscolos que ponen niños y mujeres de carne de cañón han sido evidenciados por su estupidez. Pueden más tus manos callosas pero sutiles y amorosas, ese raro ensimismamiento y timidez que encierra toda la fauna que los siglos te han dejado en ese pecho fuerte y generoso, nos salva ahora; has sobrevivido a todo, a todo, a la muerte de tus hijos, a tus hijos matándose, a los lazos rotos entre nosotros, a nuestra vileza y decadencia; mañana puede que sea distinto, solo un poco, pero distinto; mañana contarán no papelitos de colores sino un espectro grande y amplio de ideas, juntas, que nacen y mueren juntas para celebrar la lluvia que nos hace florecer la esperanza; ya escuchamos suficiente, ya vimos suficiente, a los que se endiosan excusándose en tus hijos más desfavorecidos, a los que desde su montaña de oro derraman sus moneditas para comprar un poquito de paz en sus oscuros corazones, ya fue suficiente. Ellos tendrán que hermanarse con los más o sufrir la debacle de todo lo que construyeron y ahora conocemos como normal: normalmente desequilibrado, bárbaro y decadente; ya nos vimos a los ojos y detrás del fuego en nuestras pupilas se reconoce el hambre de estar en paz, de vivir y convivir sin arrancarnos la vida en el intento, yace en nuestra sangre revuelta, una gota que nos está curando de la historia que nosotros mismos hemos construido; hacernos huipil, una mancha del poderoso jaguar, nahual, perfecto calendario, glifo, eso nos toca ahora: es tiempo de dejar las armas cruzadas y el laurel, asumirnos de colores y reinventarnos.

De cuando en cuando hay que migrar, hartarse, tomar nudo por nudo y desatar hasta cansarse, recordar que la nada y el vacío al explotar lo llenan todo, y nace otra realidad estelar. Debe ser hoy.

El verde echa humo mientras en la plaza no arde ya nada y las tuzas que se han quemado se extinguen sin vientos del norte que las “aviven”. Nos van quedando candilejas o luces que no alumbran, silencio o murmullos que la verdad traslumbran…

Fuente: [http://sanatevergueador-dalekos.blogspot.mx/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Danilo Santos Salazar