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Guatemala: la historia de un fraude y saqueo

Más allá de aplaudir las capturas, queda construir una nueva estructura política.

Marcela Gereda

Somos el ir y venir entre una dinámica de despojos constantes, nuestra manera de relacionarnos y nuestra manera de pensar el mundo es la consecuencia de una historia de saqueos y fraudes sistemáticos (y al parecer inacabables) que iniciaron con aquellos que venían del antiguo continente y ahora los vemos incrustados en el más hondo corazón de un nido de ladrones disfrazado de sistema político capaz de devorar y resquebrajar con una voracidad escalofriante a nuestra apaleada economía: hartándosela como una bestia hambrienta y degolladora.

Prólogo. Se abre el telón: “vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: “Cierren los ojos y recen”. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia” (Eduardo Galeano).

Acto uno. Se abre el telón: La Corona española organizó el acceso del colonizador a la propiedad de la tierra realenga, las tierras que antes eran de los indios, pasaron a las manos de los venidos de lejos. La legislación de la Corona era casuística, respondía al antojo del Rey. La usurpación y apropiación de la tierra fueron la base para legalizar la tenencia de los grandes latifundios. La política agraria de la Corona no solo saqueó injustamente las tierras, sino las otorgó con indios como esclavos para trabajar la tierra.

Acto dos. Se abre el telón. Nada cambió con la Independencia. La estructura agraria y económica de la Colonia se siguió extendiendo bajo la lógica del arrebato y el abuso de poder. Es decir, lo mismo hicieron los hijos de españoles, los criollos: se adueñaron injustamente de todo cuanto les fue posible. Las grandes fincas fueron así la consecuencia directa de los grandes latifundios de la Colonia. Se cuenta que en el siglo pasado, el patriarca de una de
esas poderosas familias, se paró arriba del volcán de Agua y demandó que fuera suyo hasta donde su vista fuera capaz de alcanzar.

Acto tres. La forma finquera del Estado, hijo de haciendas coloniales, con la Reforma Liberal redibujó y redefinió el rostro de la desigual sociedad guatemalteca. El proyecto de nación cafetalera, bananera y azucarera se arrebató horizontes enteros de esta trágica geografía, para desangrar la tierra y los que la trabajaban.

Acto cuatro. Se abre el telón. Transcurren años de sangre y balas. La injusta distribución de la tierra que para muchos de nosotros es la causa principal de la pobreza se convierte en motor de un conflicto social y económico que sigue sin resolverse.

Acto cinco. Los militares toman el control de esta tierra, para defender los intereses económicos de la clase alta. Entonces arman una perfecta mancuerna entre grandes fortunas y militares –como se habían unido para masacrar a la población en el acto quinto– para ahora saquear como cerdos todo lo que pueden del Estado. Se crea una repugnante política de gobierno para exprimir al Estado para complacer bajos caprichos y vulgares antojos. Y todos
dándose etiquetitas de exitosísimos empresarios, creyendo así tapar sus cochinadas.

Acto seis. Se abre el telón. Vemos que somos un invento, y el resultado de un diseño y el deseo de lo que otros han querido que seamos, que esta fracturada sociedad no consigue relaciones pacíficas por la injusticia, el fraude y el saqueo sobre la que se fundieron sus cimientos, y que el pasado es un eterno presente que azota;  fuimos “minas de oro” para los hombres barbados y blancos. Luego otra “gallina de huevos de oro” para las trasnacionales, y ahora una cueva de Alí Babá, para rateros disfrazados de políticos y empresarios para asaltar y desbancar al Estado. “La corrupción en el ADN de la sociedad”, como afirmó Iván Velásquez el pasado jueves.

Así, el régimen de usurpación de la propiedad de la tierra ha determinado el régimen político de la usurpación el fraude y el despojo, configurando un pensamiento colonialista intrínseco a lo que somos; una sociedad clasista y desigual donde sigue imperando una estructura finquera.

Epílogo: queda entonces ahora despojarnos más bien de ese fraude y saqueo del que hicimos parte al votar por “el menos peor”, al aceptar lo inaceptable. Construir relaciones democráticas pasa necesariamente por invertir la lógica del sistema: más allá de aplaudir las capturas, queda construir entre todos una nueva estructura política,  es decir, fortalecer y expandir nuestra incipiente organización social para refundar el Estado.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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