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Ganar la presidencia sin perder el partido

Carlos Figueroa Ibarra

Alguien me ha dicho que el finado ideólogo del PAN, Carlos Castillo Peraza,  al triunfar Vicente Fox  en las elecciones presidenciales  de México en 2006 dijo: “Ganamos la presidencia, ojalá no perdamos al partido”.  No he encontrado la corroboración a la veracidad de lo anterior. Pero me parece una reflexión sabia y a la postre premonitoria de lo que sucedió con el  partido de Castillo Peraza. Desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), fue evidente la coincidencia ideológica del PAN con el rampante neoliberalismo del PRI. Dicha coincidencia terminó siendo complicidad en los actos perversos y en las llamadas “Concertasesiones”, que no eran sino acuerdos en lo oscurito que negociaban fraudes electorales y alianzas para fines oscuros. Siendo Fox presidente,  se pudo observar  de manera plena la mutación del PAN: el partido conservador de origen católico y luchador por la democracia había adquirido los peores vicios del PRI. En suma el PAN ganó la presidencia y perdió el partido.

Morena vive hoy una disyuntiva similar a la que enfrentó el PAN en el año 2000. Con la diferencia de que el triunfo de Morena y de Andrés Manuel López Obrador ha sido avasallador: 30 millones de votos, 53% de los sufragios, 305 diputados de 500, mayoría en el senado, mayoría legislativa en al menos 16 de los 32 congresos estatales, al menos cinco gubernaturas de las 9 que se disputaron (Puebla  en disputa por el fraude), al menos 700 presidencias municipales importantes entre las 2,440 que existen en el país. Además Morena recibirá 1,557 millones de pesos (82 millones de dólares). Paradójico es que poder y  dinero son  letales venenos y al mismo tiempo imprescindibles en la política. En estas circunstancias, al igual que el PAN, Morena está en riesgo de ganar la presidencia y perder al partido. Afortunadamente ya se están buscando los antídotos para los venenos referidos anteriormente.

En primer lugar, López Obrador ha planteado que Morena renunciará a la mitad del dinero que le corresponde por ser  triunfador en la contienda de 2018. Y exhortará a los demás partidos a hacer lo mismo. Funcionarios electos y designados con un salario elevado tendrán que donar el 50% de su ingreso a las labores educativas. Ningún funcionario (al menos del poder ejecutivo) ganará más que el Presidente de la República, es decir 108,000 pesos (5,684 dólares).  En la última sesión del Comité Ejecutivo Nacional fuimos informados que se buscará hacer un deslinde entre el gobierno y el partido. Que se fundará un Instituto de Formación Política que recibirá recursos suficientes como para convertirse en un bastión de la solidez política e ideológica que se necesita en este momento en el que el poder y el dinero nos pueden perder. Morena se ha convertido en un partido codiciado por oportunistas, también ha despertado ambiciones de todo tipo. Este es el contexto en el cual se han suspendido hasta nuevo aviso las afiliaciones al partido. Además, buena parte de su dirigencia real se encuentra hoy abocada a la complejísima tarea de organizar el gobierno que tendrá que empezar a mostrar resultados desde el primer día. No resultaría extraño que las elecciones internas para elegir comités ejecutivos  a nivel nacional y estatal se postergaran.

Hace poco he visto un video que muestra a Andrés Manuel de pie en un autobús que transporta pasajeros de la terminal aérea al avión. El presidente electo sonríe y bromea con los otros pasajeros. Presidente modesto y cercano a la gente. Esta es la ética necesaria para no perder al partido habiendo ganado la presidencia.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Figueroa Ibarra
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