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Fe y Alegría

Carlos Aldana

Esta semana se están cumpliendo 40 años de una de las propuestas educativas más interesantes y con enorme impacto en nuestro país: Fe y Alegría.

A partir de 1976 se fue instalando y desarrollando una visión extraña, puesto que Fe y Alegría reivindica desde ese momento la educación popular. Pero la educación popular siempre ha sido, por definición, un proyecto político con aplicaciones pedagógicas, es decir, una visión de la educación al servicio de la transformación estructural de las realidades. O sea, una manera de acentuar la naturaleza política –la no neutralidad de toda visión, propuesta y acción educativa. Esto se entiende con más facilidad si la acción educadora se realiza fuera e incluso en contra del sistema oficial. Pero Fe y Alegría reivindica esa opción por el cambio estructural, ¡desde adentro del sistema!

Parece una contradicción, porque los principios y fundamentos de esta institución educativa son muy claros en la línea de la transformación y de la educación como liberación. Así que, este es un modelo interesante, raro por decirlo así, pero que impresiona y emociona cuando se le conoce.

Más de 15 mil estudiantes son parte de esta propuesta alrededor del país en distintas escuelas e institutos que se encuentran ubicadas en áreas populares, en departamentos como Chiquimula, San Marcos, Totonicapán, Quiché, Guatemala, Huehuetenango y Petén. Reciben, o deben recibir, una subvención de parte del Estado a través el Ministerio de Educación con el cual no cubren todas sus necesidades, pero las van llevando mediante un esfuerzo gratuito, de calidad y de absoluto servicio y compromiso.

He podido conocer y valorar el papel de tantos funcionarios, docentes y comunidad en general de Fe y Alegría durante casi su historia completa y siempre me emociona verlos con el entusiasmo y la alegría de su pertenencia a esta propuesta, la cual siempre se enfrenta a las dificultades financieras. Incluso en algún momento de su historia tuvieron que afrontar luchas internas que pudieron subsanar para el compromiso político por el derecho a la educación que en sus aulas se respira.

Tampoco se reduce su esfuerzo a la entrega escolar de carácter formal, pues también le ponen atención a la formación docente, a la de madres y padres de familia, a la promoción social y la orientación ocupacional.

¿Por qué valoro esta propuesta? Porque su compromiso no se reduce a la transmisión de saberes dentro del esquema de la educación formal, sino que es una búsqueda constante por asegurar en las poblaciones atendidas el derecho a la educación. La gratuidad es fundamental en este derecho, pero también la calidad. Soy testigo de que han hecho un esfuerzo en ambas variables. También hay que apreciar el esfuerzo hacia adentro, hacia la creación de condiciones que hagan posible un auténtico sentido de comunidad, es decir, donde se pone en común la propia vida personal y colectiva. Donde todos se educan entre sí.

He podido conocer y valorar el papel de tantos funcionarios, docentes y comunidad en general de Fe y Alegría durante casi su historia completa y siempre me emociona verlos con el entusiasmo y la alegría de su pertenencia a esta propuesta, la cual siempre se enfrenta a las dificultades financieras.

La contradicción entre asumirse como educación popular y estar dentro del sistema formal puede resolverse si los principios, visiones, prácticas, actitudes y opciones cotidianas ponen a la justicia, la dignidad y los derechos humanos en el centro.

No hago fiesta ni brindo solo por los 40 años de una institución. Celebro a todo pulmón que el discurso, la práctica y la visión de una educación asumida políticamente, a favor de la transformación estructural y con el protagonismo de las poblaciones excluidas, ¡alcance una edad tan respetable! ¡Felicidades!

Fuente: [http://www.s21.gt/2016/04/fe-y-alegria/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Aldana Mendoza
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