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Espejitos y anorexia cultural

Javier Payeras

Un amigo que vino de visita recientemente me comentaba lo ridículo que era encontrar más agentes de seguridad cuidando una panadería, que custodiando el Archivo General de Centroamérica o el Museo de Antropología e Historia. Su observación me causo una reacción muy confusa: ¿De dónde nos viene a los guatemaltecos tanto desinterés por nuestro verdadero significado?

Tanto en el Archivo como en el Museo coinciden valores que los guatemaltecos nunca hemos terminado de comprender. Nuestra historia, por ejemplo, se explica fácilmente en los documentos resguardados en el heroico edificio del Centro donde se conserva la memoria de cuantos intentos han existido por construir una Guatemala. Paso todos los días frente al Archivo General de Centroamérica y observo a las personas que esperan su bus enfrente; los veo con sus rostros cansados esperando esa camioneta que nunca pasa, mientras del otro lado de la calle, sin ninguna fanfarria, aguarda el tesoro documental más importante del Istmo; tan cercano y tan lejano de quienes sufren por las visiones desviadas de quienes tienen hegemonía en esta nación.

Por otro lado el Museo de Antropología e Historia -acaso el sitio de interés más importante que hay en la ciudad- protege, con su enorme estructura de palacio ubiquista, la colección más grande de tesoros arqueológicos mayas que existe. Es triste que un templo de la identidad nacional no despierte en la voluntad colectiva la misma fascinación que provoca un centro comercial en domingo. Con nuestro analfabetismo funcional de adultos, los chapines sentimos como una aberrante pérdida de tiempo el visitar un museo, he visto a compatriotas despotricando por los cinco quetzales que le cobran en la entrada, porque está muy generalizado entre nosotros creer que la cultura no nos debe merecer ningún esfuerzo.

Somos una sociedad de valores errados. Valores errados para todo. En vano esperamos que los espejitos que cambiamos por oro valgan algo. De eso que en la historia, como en el presente, los guatemaltecos dejemos expuesto lo más valioso que tenemos a cambio de resguardar esas baratijas que consideramos nuestros tesoros.

Es triste que un templo de la identidad nacional no despierte en la voluntad colectiva la misma fascinación que provoca un centro comercial en domingo.

Fuente: [soledadbrother.blogspot.mx/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Javier Payeras
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