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El roble de mi vida

Yo quise estudiar, quise volar y allí estuvo mi roble para apoyarme, para hacer realidad mis sueños.

Irmalicia Velásquez Nimatuj

Muchas veces me pregunté del significado de su vida dentro de mi vida y conforme fueron pasando los años, llegué a la conclusión que usted era un roble, un fuerte y frondoso roble junto al cual podía descansar, llegar cuando necesitaba tomar energía ante las adversidades de la vida pero también para compartir mis alegrías. Por imaginarlo como un roble pensé que se mantendría de pie, por eso, en los últimos años cuando noté que mi roble perdía fuerza, inicié mi preparación para el momento de la separación. Especialmente cuando mi roble insistió en que ambos nos habíamos cumplido y que entre nosotros no había quedado nada pendiente.

Hoy, el roble que construí se ha marchado físicamente pero no se ha ido de mi memoria, que me transporta al primer día que me llevó a la escuela de párvulos, un año después a la primaria, para terminar impulsándome a terminar el diversificado. Luego, en medio del conflicto armado, me acompañó al campus central de la universidad de San Carlos insistiéndome en que merecía y tenía el derecho a estudiar, con la salvedad de que mi vida quedaba en mis manos. Frente a sus advertencias tuve miedo de fracasar o morir en la guerra, por eso, busqué reproducir el modelo de trabajo y disciplina que junto a mi madre mantenían en casa.

Cuando partí a estudiar al extranjero, mi roble me despidió y desde la ventana del avión veía que con su sombrero me enviaba fuerzas, yo deseaba conquistar el mundo pero tenía pavor a lo desconocido, por eso, su imagen poderosa fue la postal que mis ojos grabaron, porque necesitaba avanzar en el largo proceso por formarme. En el 2000 me gradué, mi roble viajó con mi madre para darse cuenta que vivíamos con mi hija con severas limitaciones económicas pero que habíamos creado una red de colegas y profesores que lo recibieron con cariño. En el 2005, llegó para festejar la culminación de mis estudios en Texas, allí en uno de los Estados conservadores y racistas, disfrutamos el haber materializado el sueño que inició el día en que me llevó a la escuela de párvulos. Mi roble fue recibido con elogios que honraban a nuestra familia, a nuestro heroico pueblo k’iche’ y a nuestro país.

Yo quise estudiar, quise volar y allí estuvo mi roble para apoyarme, para hacer realidad mis sueños. Me enseñó que la vida sin música no es vida, me mostró que cantar es una bella forma de renovarnos diariamente, que los boleros suavizan el alma y que la marimba envuelve el cuerpo con el espíritu. Me instruyó sobre que, todo en la vida se construye y que el trabajo honesto enaltece.

Agradezco a la vida que se hayan cruzado nuestros caminos, porque ahora que se separan para siempre, ambos podemos decir que valió la pena los años que compartimos. Y mientras me detengo en la fotografía en donde estamos juntos, donde luce en la plenitud de su vida y yo, quizá con 4 años, frente a la basílica de Esquipulas, justo antes de iniciar el viaje de retorno, pidió al fotógrafo que materializara ese momento, quizá no para usted, sino para mí, para que cuando yo volviera a verla, jamás olvidara, que tal y como estamos retratados, nunca nos soltaríamos de la mano o quizá para que tuviera presente que usted jamás soltará mi mano y que siempre estará a mi lado.

En el Waqib’ Imox he despedido a mi roble. Él ha iniciado el retorno que lo llevará hacia nuestros ancestros, nuestras abuelas y abuelos, padres y madres, ellos lo transportan ya en la barca del Dios Maíz hacia el lugar de la creación, al bosque de ceibas y chicozapotes, los jabalí y balam. Llegará para fundirse con nuestros antepasados y donde, en su momento, mis huesos también arribarán para unirse a los suyos, pero mientras ese momento llega, no deje de ser el agua fresca que necesito cada mañana para continuar con mi lucha.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/01/27/el-roble-de-mi-vida/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj