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Centroamérica arde

lucha libre

Lucía Escobar
@liberalucha

Somos ese territorio que une al norte con el sur, ombligo del mundo, exuberante corredor biológico y puente por el que transita más fácilmente la droga que la gente. Alguna vez intentamos ser un solo país pero fuimos abortados por los amos de aquellos tiempos.

Hoy Centroamérica comparte la triste suerte de ser un territorio rico y salvaje, que tiene la mala pata de estar geográficamente demasiado cerca de Estados Unidos, lo que le ha traído sus respectivas consecuencias.

En la historia política del istmo centroamericano abundan las historias de violencia política, autoritarismo y abuso de poder en gobiernos tanto de derecha como de izquierda. A la hora de encaramarse en las sillas presidenciales, todos los gobernantes pecan de un mismo mal; mienten, roban, corrompen, se enojan, amenazan, tuercen leyes y reprimen a quienes los eligieron. Pero llega un momento en que la gente se cansa, no hay pueblo que aguante tanto. Ni siquiera en Centroamérica.

Por eso, eriza la piel ver a miles de nicaragüenses marchando para poner fin al régimen Ortega-Murillo. Esta siniestra pareja presidencial ha hecho lo que ha querido con Nicaragua. Entre sus excesos surrealistas, mandaron a construir como una especie de autohomenaje, unas enormes estructuras metálicas de 20 metros de altura a las que llamaron árboles de la vida y que costaron 3.3 millones de dólares en uno de los países más pobres del hemisferio. Hoy, los nicaragüenses han ido derribando estos símbolos que rinden culto a la tiranía; estos árboles que no dan sombra, ni frutos, ni se llenan de pájaros, ni limpian el aire, ni se mueven con el viento, árboles de muerte y nunca de vida.

En el camino de lo que no sé si llamar “contrarrevolución”, las fuerzas armadas gubernamentales han asesinado en las calles a más de 25 civiles inocentes, además hay muchos estudiantes y jóvenes presos por manifestar su oposición a las reformas en el sistema de salud, entre otras muchas demandas. Durante estos días tensos, también el periodista Ángel Gahona fue asesinado de un tiro en la cabeza mientras transmitía en vivo las protestas a través de su Facebook. Otros periodistas han renunciado ante las presiones de censura del gobierno sandinista. Esta situación no puede continuar así por mucho tiempo más. Cómo un volcán que acumula y acumula fuerza, la rabia de nuestros hermanos centroamericanos se siente activa y viva.

Mientras tanto en Guatemala, algunos celebran la gran marcha de los nicaragüenses, pero censuran la de los campesinos agrupados en Codeca por considerarlos radicales. Pero también critican a los que van los sábados a la plaza a protestar por ser demasiado moderados. Y hasta defiende a los corruptos de corbata y tacuche. Parece que añoran al “indio” hospitalario y trabajador que baja la cabeza y agradece al patrón por un duro trabajo y un pésimo sueldo. Siguen pensando que hay unos que nacieron para mandar y otros para obedecer, sostienen que el camino para el desarrollo solo ellos lo conocen y que la receta para prosperar es no protestar. Temen a los movimientos, en un mundo que no para de moverse.

Y aunque estas tierras tengan la capacidad de parecer prehistóricas, y de ser capaces de cobijar y albergar todo un Jurassic Park real, lo cierto es que todo cambia, y todo pasa. Lo saben los indígenas sobrevivientes de Panamá, la pacífica y culta Costa Rica, la valiente y guerrera Nicaragua, las millones de Berthas que han muerto y renacido en Honduras, nuestros vecinos salvadoreños expertos en migrar y sobrevivir, lo sabemos y comprobamos cada día los guatemaltecos.

Todo cambia, todo se mueve, la tierra está viva. Somos fuego, que quema para limpiar.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Lucía Escobar
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