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Otras economías son posibles

Antoni Aguiló* y Ester Massó*

El título de este artículo contiene una verdad incómoda para el capitalismo y el patriarcado: alrededor del mundo encontramos ideas y prácticas económicas que ponen en tela de juicio el capitalismo y sus formas de sociabilidad (individualismo posesivo, clasismo, consumismo, explotación, etc.). Sus protagonistas son hombres y mujeres que participan en experiencias de producción, distribución y consumo al servicio de un imaginario económico y ambiental inscrito en un horizonte poscapitalista y posdesarrollista. Se trata de iniciativas con diferentes implicaciones organizativas, políticas y relacionales que abarcan campos tan diversos como cooperativas, movimientos de comercio justo y solidario, bancos del tiempo, agricultura campesina, economías del cuidado, mercados de trueque, economías ecológicas, redes de intercambio, economías del don y la gratuidad, asociaciones de ocio, economías del decrecimiento, etc.

Estas prácticas económicas alternativas al capitalismo comparten algunos rasgos: 1) plantean la necesidad de un cambio de modelo de sociedad capaz de abrirse a racionalidades económicas que no identifican la economía con el libre mercado y para las cuales la reproducción de la vida está por encima de la reproducción de los intereses del capital. 2) Están basadas en valores plurales, como la solidaridad, la reciprocidad, la colaboración, el don, el trueque no mercantil, el buen vivir de los pueblos indígenas, la filosofía sudafricana del ubuntu (yo soy porque tú eres), la (re)distribución, la autogestión comunitaria, el cuidado del territorio, la visibilidad de las mujeres y su participación en la construcción colectiva del bien común. 3) Han sido sistemáticamente desacreditadas por la «monocultura de la productividad capitalista» (Boaventura Santos) imperante, que naturaliza la «explotación del hombre por el hombre» (Marx), la competición entre individuos egoístas y la acumulación ilimitada de capital, y cuyo impacto frecuentemente produce «economicidios» (Dominique Temple): la destrucción o subordinación de prácticas económicas no regidas por los cánones capitalistas. 4) Suponen una contestación al capitalismo, cuya trayectoria el profesor Jacques Depelchin describe como una «historia de crímenes impunes» perpetrados contra el ser humano, la naturaleza, los pueblos y la democracia.

Actualmente, el proyecto neoliberal de privatización y mercantilización de la vida no sólo no está en crisis, sino que se ha recrudecido, sobre todo en Europa, donde, parafraseando a Walter Benjamin, el neoliberalismo «hace escombros de lo existente». El sur de Europa se ha convertido en un depósito creciente de escombros humanos sepultados por una economía sin escrúpulos que insiste en la austeridad económica y el sacrificio. Las expectativas de las personas sobre su presente y futuro están muy mermadas e impera un sentimiento de agotamiento de las instituciones existentes, de decadencia de la clase política y falta de creatividad en la búsqueda de alternativas de transformación social.

¿Tiene Europa, en este escenario, capacidad para reinventarse y romper las inercias que la han llevado a la deriva? ¿Qué debe hacer para superar esta situación? Para que Europa pueda reinventarse, es imprescindible que desarrolle una nueva imaginación política y económica que permita el reconocimiento de diferentes lógicas, prácticas y actores. Europa necesita una imaginación abierta a escuchar otras voces, a ver con otras miradas y a aprender con otras experiencias del mundo, pues «no hay país tan grande que no pueda aprender ni país tan pequeño que no tenga algo que enseñar» (Federico Mayor Zaragoza).

«Aprender „escribe Paulo Freire„ es construir, reconstruir, comprobar para cambiar». Las prácticas económicas mencionadas constituyen una fuente de aprendizajes que cuestionan el neoliberalismo como sentido común económico y social de nuestros días y promueven valores inspiradores para la transformación mental e institucional que Europa necesita. ¿Qué lecciones concretas y aplicables puede aprender Europa del contraste de experiencias con imaginarios económicos alternativos? Veamos algunos casos.

El primero es la canasta comunitaria en Ecuador, una iniciativa de economía popular urbana destinada a crear condiciones dignas para que las familias con pocos recursos accedan a alimentos de primera necesidad, que bajo el esquema capitalista se convertirían en un lujo inalcanzable. El proyecto pone en contacto directo a las familias socias con productores agroecológicos locales. Las familias participan en la compra y distribución de los alimentos y luego se rinde cuentas del dinero invertido. La lógica de la canasta comunitaria interpela directamente al capitalismo y propone formas de sociabilidad alternativas que pasan por: 1) la creación espacios de encuentro entre el campo y la ciudad basados en el respeto y la solidaridad mutua. 2) El abaratamiento de los costes, retirando los intermediarios entre productores y consumidores y estableciendo relaciones de compañerismo. 3) La promoción de relaciones de cooperación y complementariedad entre agricultores. 4) La lógica de la satisfacción responsable de las necesidades reales, alejadas del consumismo. 5) La reivindicación de la función social del dinero como herramienta de distribución y no de acumulación. 6) El fortalecimiento del poder de las mujeres, dándoles la posibilidad de participar en espacios sociales de decisión, gestión y distribución. Sin embargo, por encima de todo, la canasta comunitaria encierra una lección perturbadora para el neoliberalismo: la alimentación no es un privilegio, sino un derecho imprescindible que dota significado y contenido al derecho a la vida.

El segundo lo constituyen las prácticas de lactancia materna. A lo largo de la historia del pensamiento occidental, la lactancia ha formado parte de una narración patriarcal sobre la maternidad relacionada con la subordinación femenina y una concepción esencialista de las mujeres. Hoy, sin embargo, encontramos una reevaluación de la lactancia asociada con la crítica capitalista y patriarcal. No se trata de naturalizar a las mujeres, ya que se parte del reconocimiento de la lactancia humana como realidad cultural. Tampoco se pretende reducirlas a madres ni recluirlas en la esfera reproductiva y no remunerada. Y menos aún constituye una prescripción moral sobre la lactancia, que es una decisión libre y voluntaria. De lo que se trata es de enfocarla como una práctica que en el Occidente capitalista y predominantemente individualista puede contribuir al empoderamiento femenino y al cambio social en clave de sostenibilidad económico-ecológica. Por un lado, las prácticas lactantes desarticulan los usos del cuerpo que el capitalismo construye como deseables y normativos: cuerpos individualistas que sólo se deben a sí mismos; cuerpo sin pechos o, si los tienen, que no eyecten leche; cuerpos consumistas valorados por su capacidad de consumo, pues amamantar es gratuito y no responde a los intereses comerciales de la industria de la leche de fórmula. Por otro, generan redes de apoyo mutuo, altruismo y solidaridad recíproca. A menudo, madres, padres y bebés forman parte de grupos de crianza donde socializan su saber; de bancos de tiempo donde intercambian, en unidades no monetarias, ayuda recíproca, apoyo comunitario y conocimientos. Los bancos de leche impugnan la lógica capitalista: las lactantes donan leche para criaturas que, por el motivo que sea, y hallándose hospitalizadas (generalmente prematuras), necesitan beneficiarse de esta sustancia.

Podrían citarse más ejemplos, pero estos bastan para poner en evidencia la existencia de prácticas y valores orientados por una racionalidad no productivista, consumista y centrada en el afán ilimitado de lucro. Si queremos otra Europa, es fundamental aprovechar las potencialidades económicas, políticas sociales y culturales de estas experiencias para la socialización de valores opuestos a la Europa del libre mercado como principio rector de las relaciones humanas; de la distribución injusta y desigual de la riqueza y del poder político; de la exclusión, la falta de empleo y la precariedad laboral; de la democracia expoliada por la Troika, los mercados financieros y los partidos en la órbita del neoliberalismo. Una Europa (y un mundo), en fin, dispuesta a devolver la dignidad a los escombros amontonados bajo el «progreso» capitalista.

…una contestación al capitalismo, cuya trayectoria el profesor Jacques Depelchin describe como una «historia de crímenes impunes» perpetrados contra el ser humano, la naturaleza, los pueblos y la democracia.

*Filósofo político y profesor del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra.
*Filósofa, antropóloga y profesora de la Universidad de Granada.

Publicado originalmente en:
[http://www.diariodemallorca.es/opinion/2013/05/08/economias-son-posibles/844006.html]

Antoni Aguiló