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Otra vez «The Real Thing»

Sobre la naturaleza casual de todo lo esencial.

Mario Roberto Morales

La primera semana de octubre asistí al Congreso de Posgrados Mesoamericanos en Ciencias Sociales, auspiciado por el Centro de Estudios de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, en San Cristóbal de Las Casas. Allí, durante una charla que ofreció a los asistentes, el antropólogo mexicano Andrés Fábregas habló de cómo algunas invenciones de parte de personas ajenas a los fenómenos que presencian y luego nombran, instituyen sin querer conceptos y categorías que después mucha gente asume como esencialidades, adoptando a partir de ellas actitudes fundamentalistas.

Entre los más conocidos equívocos resultantes del desencuentro entre españoles y nativos durante la guerra de conquista y la colonización de Mesoamérica, se cuentan los de Cuernavaca por Cuauhnáhuac, Huichilobos por Huitzilopochtli, Churubusco por Hutzilopochtlo, Chiquimula por Chikilmulhá y Guatemala por Cuahutimalan. Pues bien, siguiendo esta “lógica” ¬–nos cuenta Fábregas¬– el vocablo maya correspondía sólo al idioma que hablaban en Mayapán, pero a los españoles se les hizo fácil llamarles mayas no sólo a todos los idiomas de la zona, sino también a todos sus habitantes, un antojo convertido en una tradición que luego continuaron los antropólogos y lingüistas estadunidenses, quienes siguieron hablando de Mexican Mayas y de Guatemalan Mayas. Hoy, como bien sabemos, ese apelativo moviliza a muchas personas y ha dado lugar a torvas pasiones identitarias, algunas de las cuales a menudo rayan en fundamentalismos guerreristas, supremacismos originaristas y, en general, en obtusos culturalismos etnocentrados.

No se trata aquí de ampararse en el carácter construido de todos los conceptos para descalificar a los indígenas que se hacen llamar “mayas” a fin de librar justas luchas por sus derechos como conglomerados sistemáticamente excluidos de los proyectos económicos de los Estados nacionales. Se trata más bien de asumir que todas las identidades y culturas son construcciones sociales y que como tales (y gracias a ello) adquieren fuerza ideológica y política cuando contribuyen a movilizaciones humanas que propician cambios concretos. Se trata asimismo de tomar conciencia de que no hace falta asumirlas de manera esencialista ni de otorgarles una imaginada validez suprahistórica y “divina” para darles legitimidad, ya que ésta brota no de ese falso origen trascendente, sino de su efectividad movilizadora a partir de la concientización clasista y la organización en torno a reivindicaciones económicas y (en segundo lugar) culturales.

En efecto, las reivindicaciones económicas deben ocupar el primer lugar en las luchas emancipadoras populares porque las culturales derivan de las primeras. Si las luchas giran sólo en torno a culturalismos, los Estados nacionales no tienen empacho en conceder leyes que garanticen el reconocimiento y el respeto a cualquier cultura, pues sus jefes saben bien que los conglomerados a los que se les conceden estos derechos carecen del poderío económico que les permitiría hacerlos valer en la práctica. Por eso, Evo aplicó la fórmula inversa en Bolivia y triunfó, mientras en Guatemala el movimiento “maya” no sale de su culturalismo esencialista del reconocimiento y el respeto, y por eso sus espacios ganados corren el riesgo de desaparecer en cuanto desaparezcan los financiamientos internacionales que los mantienen vivos. En otras palabras, es más efectivo tener un movimiento de personas reales reivindicando derechos económicos, que grupos minoritarios de oenegistas asumiendo una representatividad que no tienen (la de las masas indígenas) y vociferando conceptos esencializados que una vez surgieron como ocurrencias fortuitas de personas ajenas a lo que nombraban.

El domingo por la tarde, caminando por la calle Tacuba del Distrito Federal, vi bailando a un grupo de “aztecas” y a unos turistas gringos que les tomaban fotos, emocionados hasta el paroxismo por estar en contacto directo con the real thing. ¡Ajúa!, grité.

Mario Roberto Morales
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